miércoles, 14 de julio de 2010

Aquella noche (y 4)



197 Y la última
AQUELLA NOCHE (Y 4)
— ¿Y algo más? -cortó el hombre.
— ¡Déjalo que siga! -riñó la hermana.
— ¡Si claro! Y algo más. Mucho más, nunca creí que se pudiese pasar tan bien con una mujer. Y es curioso que dos personas que se conocían desde hace tiempo, que nos hemos visto en tantas situaciones distintas, y que nunca nos habíamos cruzado dos palabras íntimas, nos encontrásemos en poco tiempo follando como si nos conociésemos de toda la vida -continuó el amigo.
— ¡Claro! Si eso es lo que yo digo. ¿Para qué tanta historia? Tiene que ser algo más directo, menos embrollado -dijo el hombre.
— ¡Que no hermanito! Que yo no me voy a la cama con cualquiera, ni aún en este caso se trata de un aquí te pillo aquí te mato. Ellos dos se conocían de hace tiempo, había algo en sus mentes que no se había llevado a efecto porque no se daban las circunstancias. Aquel momento de fin de año, con las copas y la fiesta fue el detonante ¿O no? -dijo la hermana.
—Pienso que sí, en este caso tienes razón. No es por llevar la contraria a tu hermano, aunque yo también sea un hombre. No era la primera vez que yo había pensado meterle mano a esa mujer y es posible que ella también lo hubiese pensado, lo que pasa es que hay que guardar las formas y a veces nos tomamos las ganas con el café (como dice la Torroja). Lo cierto es que aquella madrugada me encontré con el descubrimiento del clímax o como queramos llamarle -dijo el amigo-. Recordar la imagen de esa criatura a cuatro patas y yo de rodillas, detrás de ella, dejándome allí hasta la última gota de sudor mientras le sujetaba con mis manos esas fantásticas nalgas, es que se me pone la carne de gallina.
—Ya veo por donde van las cosas. Yo os tengo que contar ahora, y espero que todos me entendáis, cual fue mi momento culminante hasta ahora, porque siempre hay que mantener la puerta abierta a situaciones mejores, nunca se puede decir que no hay nada mejor. Se sabe mucho sobre el sexo, se ha estudiado desde tiempos inmemorables y cada cual se pone los límites que quiere o puede, pero yo nunca descarto la posibilidad de encontrarme en circunstancias nunca antes vividas. A lo que iba: hubo un momento en que un grupo de amigos decidimos indagar algo más sobre las relaciones sexuales y pusimos en práctica una experiencia que habría de servirnos para nuestro devenir profesional. Jugamos, por así decirlo, a hacer de putas y putones y tratar de meternos en la piel de quienes se ganan la vida de aquella forma -dijo la profesional.
—Experiencia peligrosa -cortó la hermana.
—Bastante peligrosa, diría yo, pero lo teníamos muy claro, tanto es así que no contentos con esa primera prueba que practicamos entre nosotros, decidimos infiltrarnos en el mundo real de la prostitución...
— ¡Ge! -exclamó el amigo.
—Aquello fue sopesado seriamente, sabiendo cada cual lo que nos iba en el empeño y por supuesto no existe ninguna grabación ni nada por el estilo que nos pudiese comprometer. Queríamos vivirlo, aunque fuera dentro de un ámbito de estudio. Si os lo cuento yo ahora, es porque mi vida la tengo más que resuelta, mis prejuicios sociales y sexuales más que superados y además los demás están en el anonimato, y jamás se me ocurriría dar la mínima pista al respecto.
—Lo entendemos -dijo el hombre.
—Tampoco es que estuviésemos demasiado tiempo con el experimento, tan sólo el que cada cual consideró oportuno para no salir dañado ni correr el más mínimo riesgo. Nos autoevaluábamos para evitar caer en la trampa y pasado ese periodo, todos salimos y reiniciamos nuestra vida de forma normal. Como es lógico hablo por mí y os cuento todo esto para que podáis entender el marco y el momento en el cual yo me encontré más que a gusto. Como veréis no soy una mujer fácil a la hora de conseguir unas relaciones sexuales adecuadas. Si antes os hablé del morbo de los cuernos, ahora la historia es mucho más compleja y fijaros que yo no monté todo aquello para satisfacer mis instintos, se trataba de un experimento profesional, pero fue ahí, bajo ese prisma como me hallé con lo que nunca hubiese imaginado: con un polvo que nunca conseguí superar. Tal vez fuese porque pretendía saber tanto que me volqué; quise ponerme en situaciones de fría, indiferente, caliente, rompedora, ¡yo que sé! Lo cierto es que un buen día me llevé la sorpresa de mi vida y apareció por la habitación en la que me trabajaba el oficio, una persona con la que había estado saliendo y con la que nunca había conseguido tener un orgasmo. Pero tanto él como yo habíamos evolucionado tanto que aquello resultó grandioso. Como ya nos conocíamos quedaba al margen otras connotaciones y nos comportamos como si llevásemos viéndonos toda la vida. Me llamaron la atención los dos lunares de su pene a los que nunca había dedicado tanto tiempo y me resultó gracioso el comentario que hizo nada más comenzar a sobarme bajo la falda: Creo que es la primera vez que me recibes sin bragas. Sus manos querían abarcarlo todo y el contacto de sus labios despertó en mí una pasión inusitada. Con que ganas le mordí la boca y con que ansias recibía las acometidas que me lanzaba; perdí la noción del tiempo y hasta que no llamaron a la puerta, no regresé se ese submundo de placer en el que me había sumergido.
—No está mal -dijo el hombre.
—Está superior -dijo la hermana.
—Creo que mejor será que vayamos pensando en otra cosa, porque a mi se me están acabando las pilas y de un momento a otro puedo empezar a decir tonterías -dijo el amigo.
—Si, podemos dar por finalizado este encuentro, esperando que a todos nos haya servido de algo exprimirnos un poco -contestó la profesional.
Por la ventana se veían las primeras luces del alba, llovía. Los dos hermanos y la profesional se despedían del amigo que había tenido la amabilidad de ejercer de anfitrión. Ahora apretaba con ganas el agua pero ya se encontraban los tres tan decididos a marcharse que no les importaba llegar empapados a sus casas.


martes, 13 de julio de 2010

Aquella noche (3)



196 Te dejo la penúltima Alba, ¡de acuerdo!

AQUELLA NOCHE (3)

— ¿Qué quieres decir, que hay que separarse por narices? -dijo la hermana.
— ¡No! No se trata de eso, digo que en el terreno sexual una vez dentro de la etapa de pareja, si se diese el caso del que estamos hablando, la sociedad nos exige la ruptura y la formalización de una nueva pareja -aclaró la profesional.
— ¡Ya! Pero eso de los cuernos ha existido de toda la vida y nadie se ha metido en la vida del otro para enmendarle la plana -dijo el hombre.
—Si pero no está bien visto y si no de forma directa, de forma indirecta te hacen ver que algo no estás haciendo según las normas establecidas. Hay quien lo sabe y disimula y quien se convierte en un pasota que hasta presume de sus conquistas, al fin y al cabo hasta para esto necesitamos de los demás -dijo la profesional.
—Ahora te toca a ti contarnos como fueron tus principios. Me come la curiosidad por saber como empezó a formarse alguien que a la larga termina por convertirse en profesional de la cosa -dijo la hermana.
—No te esperes nada extraordinario, no dejo de ser una mujer como la mayoría, sólo que la vida me llevó a ganarme el pan con asuntos relacionados con el sexo y sus distintas variantes. Me podía haber dado por las separaciones matrimoniales o los problemas de la infancia o yo que sé cuantas otras facetas y en cambio, un buen día monté la consulta y ahí estoy ganándome la vida, tratando de ayudar a los demás a que sean felices en sus relaciones sexuales -dijo la profesional.
—Que no es mala cosa –cortó el hombre.
—Pero sigue con lo que ibas a contar -dijo el amigo.
—Si, perdona por mi interrupción -dijo el hombre.
—Bueno, lo que todos queréis escuchar en cierta forma coincide con alguna de las exposiciones anteriores y aunque es una situación menos frecuente, como vais a ver también se da en el mundo de la sexualidad. Yo fui de las que se casaron a temprana edad, porque tenía que cambiar de domicilio para conseguir mi independencia, y consideré que esa era la mejor forma. Me casé tan rápida y de tan mala manera, que al año siguiente ya me había separado, aquello fue un fracaso en el terreno sentimental. En lo puramente sexual, la verdad es que yo no sentía nada, por inexperiencia tanto mía como de mi pareja, y entre que él se corría antes de tiempo y que yo no encontraba la postura adecuada, aquella experiencia pasó sin pena ni gloria. Había tenido las poluciones lógicas de los sueños eróticos, me había masturbado casi sin saber que estaba haciendo y me había estado instruyendo todo lo que pude entre otras cosas porque lo necesitaba para mi trabajo. Al tener otra pareja con la que convivía, no se porqué me dio el punto y pensé que le tenía que echar más morbo a las relaciones, y buscar ese punto de inflexión al que no llegaba. ¿Y que hice? Me eché un ligue al margen de mi pareja y por supuesto sin que él supiese nada. Fue esporádico, pasional y sin amor, pero justo lo que necesitaba para que esas relaciones plenas llegasen.
— ¿Pero no habíamos quedado que las relaciones sexuales plenas van acompañadas de otras cosas? -cortó la hermana.
—Bueno, en este caso yo lo sustituí todo por el morbo que me daba saber que me iba a acostar con un tío que estaba como un tren. La experiencia no pudo ser mejor porque esa noche me enteré de verdad lo que puede sentir una mujer en manos del hombre adecuado. Nos compenetramos, nos comimos literalmente y llegué a perder la cuenta de las veces que me corrí. Un sueño para toda mujer que se precie -dijo la profesional.
—Parece algo extraño que luego de dos relaciones, nos cuentes como tu primera corrida esa relación ocasional -dijo el amigo.
—Así es, pero las mujeres funcionamos de otra forma, ya te lo dije antes; vosotros más mal que bien os fuisteis a la casa de citas y conseguisteis echar un polvo sin más argumentos que las ganas de echarlo, pero nosotras somos otra cosa. Yo no conseguía sentirme bien porque mis amantes carecían de experiencia y no controlaban la situación, una vez que eyaculaban (todos lo sabéis), era difícil por no decir imposible continuar intentando nada; cuando se dieron las premisas adecuadas, el asunto funcionó y yo me encontré con el descubrimiento del sexo -dijo la profesional.
Ahora nos encontramos en una habitación con un sofá de tres plazas y dos butacas adicionales. Por la cristalera de la ventana se ve la pared del bloque de enfrente. Una mesa, una librería y un armario empotrado completan el cuadro. Suena una música de guitarra en una habitación contigua.
—Bien, hasta aquí creo que nos hemos contado los unos a los otros ese difícil trance de la primera vez, del descubrimiento de verdad de lo que son unas relaciones sexuales. Otra cosa es la suerte que cada cual pueda haber tenido, de mantenerlas o no y las distintas vicisitudes por las que haya pasado hasta encontrarse en la situación actual, pero a mí me gustaría que nos abriésemos mentalmente y fuésemos capaces de exponer aquel momento o aquella relación de la que guardamos un mejor recuerdo, porque pensemos que fue nuestro culmen, nuestro clímax, en fin el no va más, ¿de acuerdo? – dijo la hermana.
— ¡De acuerdo hermanita, por mi no hay inconveniente! -dijo el hombre.
—Ni por mi continuó el amigo.
—Adelante, esto se está poniendo cada vez más interesante -dijo la profesional.
—Está bien, como yo he sido la promotora, empezaré por exponer mi punto de vista al respecto: sin duda cada cual tiene su propia vida y es difícil que se den dos situaciones iguales, porque lo que para cualquiera de vosotros puede resultar el no va más en las relaciones sexuales, a lo mejor para mi no lo es, pero vamos tampoco nos vamos a poner ahora a definir que se entiende por clímax o situación insuperable, me voy a centrar en contaros lo que para mí fue lo mejor, porque es lo que recuerdo una vez pasado el tiempo que como siempre es el que pone las cosas en su sitio. Conocí, ya en plena madurez y luego de haber pasado por unas cuantas relaciones a una persona que estaba a punto de separarse, como me atraía físicamente obvié cualquier otro tipo de vinculaciones y me dediqué a él con ilusión. Mi cabeza nunca ha dado para relaciones duraderas por lo que tampoco me compliqué demasiado. Me centré en sus ganas de tener una mujer entre sus manos y las mías para poseerlo. La experiencia acumulada por las dos partes fue suficiente para alcanzar momentos de gloria que nunca antes había sentido, y lo que es más importante, nunca más sentí hasta ahora, por lo tanto puedo decir sin temor a equivocarme que fue el momento más dulce de mi vida sexual – dijo la hermana.
— ¿Pero seguro que no habría algo más que las ganas de mantener unas relaciones sexuales? -dijo la profesional.
—Sí, claro que había algo más, la necesidad de tener a otra persona a tu lado, un compañero con el que compartir tu vida. Como digo he sido muy cabeza loca y nunca fui capaz de formar una familia, pongo por caso.
—Ahí puede estar tal vez ese recuerdo inolvidable que mantienes de esa relación -dijo la profesional.
—Yo en cambio -cortó el hombre-, acabo de tener como quien dice mi momento dulce. Hace dos días que he estado en la cama con una rubia multiorgásmica, ¡una maravilla!
—Ya será menos –dijo el amigo.
—No te exagero, eh, de un cuerpo digno de elogio para las edades que barajamos, esta mujer se mueve en la cama buscando siempre la mejor postura y es capaz de correrse una y otra vez sin decaer en su ímpetu -decía el hombre.
— ¿Y cómo consigues tú no eyacular? -preguntó el amigo.
—Con la mente -dijo la hermana.
— ¡Exacto hermanita! Con la mente, tú lo has dicho. A pesar de que no ceso en mi actividad para mantenerla tiesa, procuro distraer la mente y dejar que ella disfrute, se mueva, se toque sin cesar el clítoris y ruja como una fiera. De verdad que es todo un espectáculo verla actuar. Os puedo asegurar que de esta forma consigo encontrarme en mis momentos más esplendorosos. Me enorgullezco de hacerla disfrutar, hay veces que no necesito llegar a eyacular para sentirme satisfecho y ya sabemos que el hombre tiene en ese punto su momento más delicioso, pero luego de no sé cuanto tiempo, manteniendo un metesaca continuo, dándole por delante, por detrás, de lado, boca arriba, boca abajo y que sé yo de cuantas otras formas, a uno se le van pasando las ganas de correrse a gusto continuó el hombre.
—Porque estás manteniendo una eyaculación por tiempos -dijo la profesional.
—Yo no sé si es por tiempos o como será, lo que si sé es que cuando acabamos, nos sentimos como si hubiésemos subido al pico más alto del Universo.
—En fin, a mi me parece un poco exagerado, lo digo como hombre, tal vez has tenido suerte y has dado con una persona que se compenetra adecuadamente contigo, porque eso es lo que yo creo que se trata al fin y al cabo. La pareja tiene que compenetrarse y encontrarse mutuamente los puntos adecuados para pasarlo bien -dijo el amigo.
—Así es, ya lo hemos comentado anteriormente -apuntó la profesional.
—Ahora voy a contar yo... ¿Puedo verdad? -interrogó el amigo.
—Sí, si ¿cómo no? -dijo la profesional.
—Bien, yo no soy tan eufórico como tu hermano, pero si que guardo un buen recuerdo de una relación que me llegó (tal vez por eso guardo un buen recuerdo), en un momento que estaba muy necesitado. Hacía tiempo que no echaba un polvo como Díos manda, y aquella mujer en cierta forma me atraía. Nos conocíamos de hace tiempo, salíamos en el mismo grupo y aunque ninguno de los dos éramos dos niños, en esta ocasión nos comportamos como tales y quizás por eso la cosa salió tan bien desde mi punto de vista ( desde el suyo tengo algunas dudas). Era en una fiesta fin de año, todo el mundo bailando, dando saltos, en un momento en que cambia el disco y que cada cual se empareja para bailar una pieza de las de antes, de baile agarrao, nos quedamos los dos sentados, en una escalón del local donde celebrábamos la entrada de año. Nos miramos, nos hicimos un gesto y a los veinte minutos estábamos los dos en mi apartamento comiéndonos la boca -dijo el amigo.
.../...Continúa en Aquella noche (y 4)

viernes, 9 de julio de 2010

Aquella noche (2)


195 ¿Cómo estás Gon?, como huérfano, te entiendo, ¿traes la segunda parte?, ahí la tienes…
AQUELLA NOCHE (2)
— ¡Claro bonito! Porque es ese último caso tienes que contar también con la otra persona, para lo demás puedes bastarte por ti solito, pero para follar como no te hagas un solitario, ya me dirás – dijo la hermana.
—Puede ser que la Madre Naturaleza tenga previsto ese detalle, y como anda por medio el asunto de la perpetuación de la especie, éste extremo del sexo lo cuide más. Quiero dar un giro a lo que estamos hablando, que por otra parte me parece muy interesante aunque yo intervenga poco, pero vamos estoy con los ojos como la lechuza: sin pestañear. En fin digo que quiero retomar el asunto por el principio, para que tampoco nos perdamos demasiado; yo voy a contar no tanto mi primera vez, ya que no aportaría nada nuevo a lo que hasta ahora se ha dicho... – decía el amigo.
—Eso no importa, cuenta lo que quieras – cortó el hombre -, pero empieza por decirnos como te lo montaste la primera vez, que yo lo he dicho y quiero saber como os ha ido a los demás.
—Está bien, digo que no es nada nuevo porque igual que tú, acudí a una casa de citas y tuve una eyaculación normal, sin demasiados adornos porque la profesional lo tenía todo previsto y en veinte minutos le dio tiempo a hacerme un pack que incluía lavado, peinado y secado. Lo único que recuerdo bien de aquel momento es que disfruté poco, se me quedó grabado la toallita con la que se protegió parte de su anatomía para que no la manchase demasiado, tal vez pensaba que yo sería un torrente expeledor de semen o algo por el estilo, porque vamos con un lavaíto posterior hubiera quedado de lujo. ¡Ah!, también guardo como recuerdo el cigarro que le tuve que pedir a la portera, para quitarme un poco los nervios del momento – dijo el amigo.
—Cuéntanos lo que pretendías antes que te cortara este entrometido – dijo la hermana.
— ¡Oye! ¡Que yo sólo...!
—Es broma, hombre. Relájate y disfruta del sonido de las campanas – dijo la hermana.
—Venga, sigo antes de que os enredéis con otras cosas. Decía que lo que pretendo aportar a esta reunión es un nuevo matiz. Me explico: Yo había tenido mi primera vez en esa casa de citas, me había casado y sin embargo creo que las relaciones plenas (esas que estamos nombrando de vez en cuando), no me surgieron hasta que conocí a una persona de la cual no llegué a enamorarme, pero que me dejé llevar por el instinto carnal puro y duro. Supongo que el matrimonio no habría satisfecho mis necesidades sexuales, o es que siempre queremos más de lo que tenemos o es que me cogió en un momento débil o yo que sé. Aquello duró un tiempo al más puro estilo pasional, sin que casi nadie supiera nada (salvo los compinches) y con un olor a cuerno quemado que mi mujer a punto estuvo de descubrirlo todo, o tal vez lo descubrió y se lo guardó para sus adentros. La pasión (me resisto a llamarlo amor), estuvo rodeada de un halo misterioso que la hacían atractiva: fingíamos ante los demás, nos veíamos en el piso de una compinche y dejábamos pistas para evitar ser descubiertos. Eso en lo concerniente al montaje externo, luego centrándonos en lo puramente amoroso, nos entregamos tanto, que por fuerza las relaciones eran placenteras para los dos; sin llegar a extravagancias, buscamos la mejor forma de pasarlo bien. Hoy día, después de mucho tiempo, todavía no sé porqué terminó la relación, porque en el fondo no hubo nada que la hiciese desaparecer. En fin, resumiendo, aquí creo que se da un ejemplo típico de buscar fuera lo que no tienes dentro, aunque tal vez lo más correcto hubiese sido romper en lugar de ocultar nada – relató el amigo.
—Has tardado en hablar, pero te has explayado a base de bien, ¿eh canalla?, y además has tocado un tema peliagudo: la infidelidad. Ahí es nada. ¿Por qué somos infieles? ¿Qué es la infidelidad? ¿Por qué no puedes follar con una hembra que te atrae? Ya sé lo que vais a decir, pero antes dejad que os cuente lo que yo pienso, luego dadme vuestra opinión - intervino el hombre -. No se trata de andar por ahí agarrando todo lo que te gusta (eso lo hacían los primitivos), voy al caso de la atracción mutua, donde se dan condiciones para que te puedas ir a la cama con alguien. No me refiero a condiciones de estar soltero, separado o sin pareja. Ahí no hay dudas, si hay atracción a disfrutar de la vida, no te joe. Voy al caso que acabas de presentar donde uno de los dos, o los dos están emparejados, y aunque deseen follarse uno al otro, se reprimen porque hay una traba moral, burocrática o no sé como llamarla...
—Llámala social – dijo la profesional –
—Como quieras, social, lo cierto es que si nos acostumbrásemos a que echar un polvo es tan normal como tomarse un café o ir al cine con un amigo, las cosas las veríamos de otra forma.
—Bueno, son normales hasta cierto punto; vivimos en una sociedad (repito) y está montada bajo esas premisas. Si bien es cierto que habría que desmitificar el hecho de mantener unas relaciones sexuales, también lo es que no es lo mismo en todas las circunstancias. La infidelidad (que existe como tal aunque lo no creas), surge porque no estamos satisfechos con nuestra pareja, lo cual no quiere decir que no la queramos o que no nos sintamos unidos a ella, o que tengamos ganas de cambiar de aires. Vamos al terreno sexual propiamente dicho, y ahí se da la infidelidad porque necesitamos más, porque el atractivo sexual es poderoso y tal vez porque estén cambiando algunas cosas y estemos dejando de considerarla como insalvable, aunque bien es cierto que hemos sido infieles a lo largo de toda nuestra Historia Natural, que no es nada nuevo y que depende del concepto que cada cual tenga de la misma. Tú mismo tienes dudas, si la pareja lo tiene claro y está por la labor, pueden darse relaciones extramatrimoniales (por llamarlas de alguna manera) consentidas, en cuyo caso no estaríamos hablando de infidelidad aunque esa misma circunstancia en otra pareja puede serlo simplemente porque falta el consentimiento. Lo que ocurre es que esto en el fondo no suele funcionar (ahí tenemos las comunas), porque además de los afectivos, nos creamos otra serie de ataduras: hijos, vivienda, proyectos de vida, que son los que al final desequilibran la balanza y hacen que nos mantengamos fieles a nuestra pareja.
—Hermanito -intervino la hermana-, eres demasiado brutote en algunos aspectos. No puedes pretender ir manteniendo relaciones sexuales como el que hace churros. Siempre se crean vínculos con la persona, y aunque a todos nos gustan los hombres o las mujeres en general, hay que respetarse y beberse algunas ganas sino es que no habría forma de sacar nada adelante. Yo voy al caso de hemos comentado de romper antes de entablar otra relación: a mi me parece lo más correcto. Así no se engaña a nadie, ni nadie puede sentirse traicionado, que creo que es lo que más duele en el fondo. Otra cosa es como se lleve la situación, y las secuelas que puede ocasionar una ruptura, pero es que engañar me parece tan deshonroso, tan barriobajero.
—Yo que he sacado el tema, puedo decir que no me siento culpable de nada, tampoco me dejé llevar por ninguna moda del momento, ni tan siquiera fue un flechazo que me hiciera entrar en un estado catatónico, que me llevara inevitablemente a vivir con mi amada o morir. No era ninguna de esas situaciones las que yo sentí. Fue un dejarse llevar por un impulso más primitivo que todas esas cosas, donde me invadió una sensación de bienestar extraña, porque me encontraba a gusto con mi pareja, pero sentirme en ese momento con la posibilidad de estar con otra mujer por el mero hecho de ser yo un hombre, me llenaba de un orgullo que seguramente se me notaría en la cara -dijo el amigo.
—Posiblemente porque en tu juventud nunca se te presentó una ocasión semejante – dijo la hermana.
—O porque no lo supiste aprovechar – dijo el hombre.
—O porque con ninguno de los ligues que tuve llegué nunca a tener relaciones sexuales. Cuatro besos y algún que otro pellizco en sitio impúdico.
—Que es como se empieza, o mejor dicho, se continúa con una adecuada formación sexual, lo que pasa que hay quien cubre las etapas más rápido y quien necesita más tiempo, porque cada cual tiene su propia mecánica -dijo la profesional-. Y a ti como a la mayoría de la gente, te cogió ese momento que nos cuentas en una situación de marido formal, cuando lo suyo tal vez hubiese sido, que antes de ese momento hubieses quemado etapas de relaciones sexuales como las que relatas. O sea, para que sepamos de que va esto, lo normal y lógico es que todos hubiésemos probado sin tapujos, que significan unas relaciones sexuales, pero insisto, vivimos en una sociedad que nos exige unas pautas de comportamiento, eso quiere decir que a determinada edad se nos permite flirtearnos por los bancos de los jardines, a otra se no nos va pidiendo que pasemos por la vicaría, o al menos que formalicemos nuestras relaciones, y a otra que nos separemos y volvamos a formalizar nuestras relaciones, y no se pase usted de listo porque entonces nos empiezan a mirar por encima del hombro.

jueves, 1 de julio de 2010

La Rebelión

194 ¡Por fin llegó la cosecha, Gon!, es que tenemos un jefe que no nos lo merecemos, tampoco te pases ¡eh!, que la siembra la hicimos nosotros, ¡ya! Pero él mueve los hilos de tal manera que al final…¡ya ves!, ahí tenemos el resultado: “Relato de la semana” en la Revista Literaria narrador.es, es que los pájaros siempre se nos han dado bien Gon, en eso tienes razón, al menos son los que mayores satisfacciones nos están aportando desde que nos metimos en estos líos, por cierto Alba ¿te ha dicho algo D. José?, pues no porque no he podido verlo, se ve que anda aún con la euforia del cumpleaño, ¡ah es cierto! No me acordaba, estando la nieta de por medio, que se quite todo lo demás, a ver si nos enseña alguna foto, si conseguimos verlo, pues menos mal que nos ha llegado esto Alba, ¿por qué?, porque andábamos algo decaídos, al menos yo, ya sabes lo del cuadro del pasillo…es triste, si, de eso es mejor que no hablemos…me duele tanto…, vamos al carpe diem, “La Rebelión” ¡que gran momento!, ¿oye Alba? Supongo que sabrás que aún seguimos figurando como blog de la semana, ¿Dónde?, en Megustaescribir, eso ya es otra historia, más bien para no dormir, ¿se aclararán algún día?, puede, nosotros a lo nuestro: a teclear y ofrecer lo mejor que podamos el producto de nuestro trabajo, que de lo demás, ¿de lo demás, qué?, nada, que de lo demás ya se encargará el jefe.