viernes, 28 de mayo de 2010

Cuatro gotas (y 4)

186 Por fin llegó el momento amigo Gon, ¿de qué?, de que nos pongas el final de esas gotas, que menos mal que eran cuatro, que si llegan a ser más, ¡menos cachondeo!, en fin…a lo que vamos…




CUATRO GOTAS (y 4)

Benita sufría, pero en el fondo era consciente de que el riesgo era mínimo, porque era la forma habitual que tenía la gente de desplazarse y la calle se veía alegre y llena de paz y quitando algún que otro incidente, no se alteraba la vida de la ciudad por problemas derivados del transporte, lo que pasa es que una esposa es una esposa y siempre está pendiente de todos los detalles para que la vida en familia no se vea alterada. El cabo Benítez le decía a su inmediato superior, que lo que le pasaba a su mujer es que no tenía chiquillos que le estuviesen enredando todo el día y claro, estaba que se le iba la olla con lo que tenía en casa. Ella se desenvolvía a las mil maravillas por cualquier sitio, sin necesidad de utilizar el coche, las compras las hacía siempre cerca de casa y para cualquier otra cosa, tiraba del transporte público que para eso estaba, además como tenía descuento especial por aquello de estar casada con quien estaba casada pues mucho mejor, había que aprovechar las ofertas, que nunca se sabe si el día de mañana se convierte en hojalata. Tiene carné, que se lo sacó nada más cumplir los dieciocho, pero la verdad es que luego no lo ha necesitado, porque incluso cuando estuvo trabajando en la fábrica, le venía bien el suburbano y también cuadró que podía volver con unos compañeros que la dejaban casi en la misma puerta de su casa. Una suerte, según se mire, porque luego vino la época de la transición de forma radical; ella dejó su trabajo para dedicarse a otras tareas en su casa y al final el carné de conducir pasó como algo anecdótico por su vida.
El aguacero se alejó y todo volvió a la normalidad. Al día siguiente la calles volvieron a llenarse de bicicletas como era lo habitual y los cuatro de siempre metiendo bulla por la lentitud del carricoche, el mal funcionamiento de los servicios públicos y el derroche que hacía el ayuntamiento en levantar las calles cuando no por un motivo por otro. La estampa de los niños entrando o saliendo de los colegios ponía la nota colorista y la mejor señal de que todo estaba bien. En Jefatura había pasado el momento crítico y se atendía al servicio de una manera más relajada, con el cabo Gutiérrez tan dicharachero como siempre y el Sargento Bueno pensando en su Benita y en que llegase pronto el viernes, que le tocaba librar el fin de semana y tenía pensado coger todos sus bártulos y desplazarse a la sierra próxima para hacer copias del natural aprovechando la frescura de los campos luego de tanto tiempo sin que cayera una gota de agua.

martes, 25 de mayo de 2010

El escritor

185 Ya sé que no está para muchos trotes Gon, pero dime ¿le queda mucho a tu relato?, de esta semana no pasa, es que el jefe..., ya lo sé Alba, no te preocupes que estoy trabajando a marchas forzadas, oye ¿y el Rocío qué tal?, que se acabó, el año que viene más, ¡ah ya! ¿tú llegaste a ver “El escritor”?, ¿la película?, claro Gon ¿qué va a ser?, sí la ví..., pero no te convenció, al menos no me convenció en la medida que la ponen las críticas, si ya sé, se trata de Polanski, pero ¿qué quieres Alba?, a mí no me llenó, no me enganchó, eso de la Cia lo hemos visto ya tantas veces, los presidentes y primeros ministros amenazados de muerte, en fin Alba, que no, que no me terminó de convencer, yo no la he visto, pero según dicen el protagonista lo hace bien, ¿el escritor?, si, quizás sea con lo único que me quedo, por cierto ¿qué te pasó con D. José?, nada que no se puede arreglar con unas tostadas “dulce de leche”, ya sabes como es de exigente, pero por fortuna siempre podemos contar con nuestros amistades para echarnos un cable, ¿me he perdido algo?, tú nada, bastante tienes con tu Rocío, ¡anda dime algo más! ¿te ayudó Nora?, no seas cotilla Gon, vamos a lo que vamos ¿qué me dices del lío que hay con las Cajas y la Economía?, yo soy de los antiguos, utilizo el calcetín, ¡ya! Pero esto no ha terminado aún, la Comunidad aprieta lo suyo, ahora se mete también con el Empleo, eso pasa por vivir en las nubes, nos está bien empleado, ahora va a ser cuando el jefe va a cerrar algún negocio, no te extrañe Gon, no te extrañe.

viernes, 21 de mayo de 2010

Charlando con D. José

184 D. José, me da la sensación de que lo han visto en la playa, Alba no me diga que me están espiando ¿debo buscarme protección?, como no sea la solar ¿de qué se va a proteger usted, alma de dios?, como dice usted…, lo que digo es que según me cuenta Nora, le ha visto con su nieta paseando por la arena, ¡joder! ¡oh, perdón!, es que no está tranquilo uno si siquiera en traje de baño, debe ser por lo del barco varado en la orilla que tanta expectación ha levantado, ¡ya!, ¿pero esa señora no tiene mejor cosa que hacer que estar pendiente de mis paseos?, además ¿dónde vive ella?, aguas allá D. José, ¡América! Alba se está usted quedando conmigo, no lo crea jefe ¡tiene una vista!, bueno, bueno, dejemos eso ¿qué hay de ese relato que no acaba nunca?, pues no sé usted sabe que es cosa de Gon y esta semana con El Rocío, ¡otra vez está esa criatura de fiesta, es que no para!, la inspiración hay que buscarla en la calle D. José, ¡y un cuerno, en mis tiempos…!, no se altere usted jefe, nos pasamos delante de la pantallita casi todo el día, qué menos que de vez en cuando, de vez en cuando vale, Alba, pero es que esa criatura pasa del Carnaval a la Semana Santa, de la Semana Santa a la Feria, de la Feria al Rocío…¡pare, pare usted jefe! ¿qué van a pensar de nosotros?, me da igual lo que piensen los demás, Alba, lo que yo pienso es que cómo se le haya ocurrido alargar el relato por no estar aquí, se le va a caer el pelo, no es eso jefe, es que lo está madurando, ¡ya! ¿en el Rocío?, no volvamos a tras jefe, ¿qué me dice del notición de la Tertulia?, no me vaya a decir que se lo debemos a Gon, no es eso jefe, ya sabemos que gracias a usted podremos contar con la presencia de ese excelente narrador próximamente, cosa de la que nos alegramos todos, incluido mi compañero y amigo, así es Alba, esperemos que Vaz de Soto nos avise pronto, antes que los rigores veraniegos hagan estragos, ¿se enteró usted que la amiga Carmen nos ha llevado a Facebook?, ¿para qué?, para promocionarnos, dice ella, ya veremos, ya veremos, ¿ha felicitado usted a Izaskun, jefe?, pues claro que lo he hecho Alba, ¿usted cree que yo me paso todo el día en la playa?, ¡que va, que va D. José!, ya sé que a pesar de los requerimiento de su nieta, el trabajo es el trabajo, así es Alba y ¡ya está bien de tanto parloteo, al trabajo!, lo que usted diga, jefe, lo que usted diga.

martes, 18 de mayo de 2010

Cuatro gotas (3)




183 Hoy estamos de tarea hasta las trancas, así que no nos podemos entretener, Gon cuelga el post, ahí va Alba…







CUATRO GOTAS (3)
El sargento Bueno en su casa era otro, y hacía honor a su apellido ya que no se le escuchaba casi ni respirar; gran aficionado a la pintura y la música clásica, en cuanto tenía oportunidad, se enchufaba al pincel o al equipo de música para relajarse y encontrar ese punto de satisfacción que proporciona la vida hogareña. Pocas veces había tenido que abandonar sus aficiones o la tranquilidad de su casa para salir precipitado a su puesto de trabajo, porque salvo en contadas ocasiones – como ésta del huracán -, no hacía falta medidas excepcionales para que la ciudad fuese la de siempre, y además estaban sus superiores que ya le avisarían en caso de necesidad, que esto va por capas – como decía el cabo Benítez -, y entre más capas tiene la cebolla más gorda se pone la nómina. Al sargento no le gustaba que le hablase así, pero que iba a hacer, todos los días bregando con la misma persona, al final se le coge cariño y ya no se tienen en cuenta los galones, ni la jura, ni nada de esas tonterías que están muy bien de cara a los demás, pero que en la intimidad del cuarto de control, se olvidan y se trata uno como con cualquier otro compañero. Delante de los demás o ante la presencia de un superior había que guardar las formas, pero cuando estaban los dos solos o casi solos, era mejor tratarse con confianza para que todo rodase a pedir de boca y a él le había tocado en suerte ese cabo, y que le iba a hacer si en lo suyo era muy bueno, aunque luego tuviese esa boca incorregible. En alguna ocasión coincidieron los dos de patrulla por la calle, en aquellas brigadas verdes que se inventó la Jefatura que no sabía muy bien de que iban: les proporcionaron una bicicleta todoterreno con sus alforjas correspondientes y una porra colgando del sillín de fácil acceso, para casos de una pronta intervención , aunque realmente lo suyo era vigilar que todo estuviese en orden en lo referente al tráfico rodado, que no hubiese problemas con el carricoche y que el personal se fuese acostumbrando a que era mejor para todo el mundo, incluidos ellos mismos, dejar el vehículo privado para mejor ocasión. Mucha gente los paraba y les contaba historias de árboles que estaban en peligro de desprender alguna rama, otros que si fulanito estaba regando con agua potable el jardín de su casa y alguno que otro – que gente hay para todo -, que si ellos tenían algo que ver con los futbolistas de Heliópolis. Lo dicho, que en su propaganda oficial no quedaron las cosas claras. Pero Bueno y Benítez llegaron a convertirse con el paso del tiempo en una patrulla agradable para la ciudadanía que respetaba su trabajo, porque entendían que cumplían con su deber por el bien de la comunidad. Luego hubo otras e incluso más de una, porque había que dar ejemplo, según la Jefatura, y no estaba bien visto eso de utilizar el coche para todos los servicios y total para dos o tres gotas que caían al año no se iba a desaprovechar la ocasión de practicar con el ejemplo.
—Cari ¿No deberías coger el coche?
—Benita. ¿Cómo dices esas cosas? Tengo que ser el primero en llegar en bicicleta a la Jefatura. ¿Qué te crees, que esto es como antes que no se podía andar por las calles con tanto tráfico?
—No sé, me da siempre un vuelco el corazón cada vez que te veo salir, me parece muy frágil la bici, que te puedes caer, que te puedes resbalar, yo que sé.
—No te preocupes. Tengo dominio sobre el vehículo que es lo importante, y además la calle es nuestra, lo tenemos todo a nuestro favor para poder desplazarnos sin peligro añadido.
—No sé, pero a lo mejor me quedaría más tranquila si te fueses en el metro o en el autobús.
— ¡Ya! Pero sucede que de esta manera mantengo mi forma; ten en cuenta que luego me llevo sentado el resto de la mañana y el gimnasio cada vez lo piso menos, además también consigo ahorrarme unos minutos que bien sabes, tanto me cuesta perder a primera hora de la mañana.
—En fin ¿Qué quieres que te diga, Cari? Me da miedo, a pesar de todo y de lo bien valorada que está la bici como medio de transporte; a lo mejor es que como yo no la uso me da la impresión de que te puedes ir al suelo de un momento a otro.
—Lo malo es no tener por donde moverse, pero en el siglo que vivimos ya hemos superado etapas anteriores y éste es el mejor sistema para moverse por la ciudad. Te lo digo yo que tengo ya mis añitos de experiencia como usuario y como vigilante del orden.

jueves, 13 de mayo de 2010

El cinco por ciento


182 ¿Qué te parece la Feria del Libro Gon?, no estoy asistiendo como me gustaría, pero es que no se puede estar en todos lados, te comprendo, pues yo te puedo decir que he estado presente en dos charlas sobre Miguel Hernández, ¿y qué?, pues que siempre se aprende cuando están contándote cosas gente que ha estudiado a fondo al autor, lástima que no haya podido venir Fernando, así es Gon, esperemos que la próxima vez que se deje caer por aquí, podamos tomarnos un cafetito juntos, ¿y Nora?, hombre Gon, a ella le cae un poquito más lejos ¿no crees?, me refiero a que le expliques lo de la casa de Megustaescribir, que parece que no lo tiene claro, ¡ah, ya!, tendría que explicárselo más bien D. José, pero como no hay quien lo coja últimamente, ¡vale, vale Alba!, pero dile lo que pasa, pues lo que pasa es muy sencillo, que por allí no van las cosas bien y el jefe cualquier día cierra el negocio, así de claro, ¿te has enterado Nora?, así de claro, es que cuando Alba explica algo, lo explica, no te pases Gon, a ver qué le dices tú de tu Sargento Bueno, en primer lugar que no es “mi sargento”, porque aquí se trabaja para todo el mundo y en segundo lugar, y sirva de paso también para tranquilizar a Izaskun, llegará la tercera parte para poder seguir las peripecias de ese funcionario ejemplar, ¿de quién has dicho?, de ese funcionario..., ¡ni me lo nombres Gon! No me nombres esa palabra, ¿qué te pasa?, que me entra urticaria, ¿y si te nombro el 5%?, puede que deje de hablarte, entonces mejor será que no sigamos por ese camino, ¿te vas a la playa?, yo no, pero creo que si lo hará D. José, entonces seguro que está Nerea por medio, seguro Gon, seguro.

martes, 11 de mayo de 2010

Feria del Libro


181 Otra vez se nos presenta un día negro Gon, ¿será la nube del volcán?, no exageres Alba, estamos en primavera y por tanto igual sale un día de playa que uno de lluvia, como tenemos hoy, eso espero Gon, que sea cosa natural, pero en fin vamos a dejarlo ahí, te cuento otra cosa: me he llevado una sorpresa muy agradable cuando me he encontrado a Fernando por Megustaescribir, no me digas, así es Gon, lo sé porque me lo ha contado Reference, no porque yo lo haya visto, ¡ah! pues ya veremos lo que da de sí su presencia porque ya sabes que D. José no tiene mucha fe en aquella casa, ya lo sé Gon, la fachada no lo es todo, le falta alma y eso bien que lo sabemos, pero depende de él, pues que él decida Alba, ya lo que pasa es que Reference lo pone difícil porque nos dice cosas tan bonitas, que comprendo que la decisión sea difícil, de acuerdo Alba, pero me reitero, que decida él, nosotros a lo nuestro, a la escritura, a los libros, a la tertulia, al cine, al aprendizaje, tienes razón Gon, a lo nuestros ¿cómo va la Feria del Libro?, por ahora no he visto demasiado, pero una de las sorpresas agradables ha sido la reedición de “El infierno y la brisa” de mi admirado Vaz de Soto, ¿ah si no me digas?, estuviste con él, así es Alba y puede que pronto tengamos alguna noticia que nos afecta de forma más directa, ¿qué es?, no seas impaciente Alba, ya te contaré, ¿te gustó Eduardo Mendoza?, qué bien habla ese hombre y qué cosas tan simpáticas nos estuvo contando, ya ves los libros nos buscan a nosotros, dice, en fin Gon tendremos que dejas esto de momento que nos espera la realidad, el curro quieres decir, eso es, pues vamos a ello.


jueves, 6 de mayo de 2010

Cuatro gotas (2)


180 ¿Tenemos ya la segunda parte de "Cuatro gotas"?, así es Alba, pues vamos a colgarlo que tenemos al personal impaciente, ¡no será tanto!, ya veremos…



CUATRO GOTAS (2)

.../...Viene de Cuatro gotas (1)

No hacía mucho la situación era bien distinta, el tráfico rodado se había apoderado de toda la ciudad y la gente se desplazaba en coches particulares como la cosa más normal del mundo. Se aparcaba en doble fila, encima de las aceras, en los pasos de cebra y cualquier sitio, sin respetar a los peatones, cada vez había más concesionarios de vehículos y marcas de coches nuevos, se batían record de ventas como el que bate huevos para hacer una tortilla. La situación era humanamente insostenible. Ni el centro de la ciudad se respetaba, ni el casco histórico, ni los cinturones exteriores podían con la carga de vehículos. Entonces si que era una situación caótica y en extremo peligrosa. Los llamamientos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), caían en saco roto y los niveles de contaminación se superaban todos los días, siendo el tráfico rodado el principal culpable de esta forma de vida tan denigrante. Por fortuna, los términos se fueron invirtiendo, el asfalto fue dejando sitio a las zonas verdes, a las sendas peatonales y del carril bici de antaño, pasamos al carricoche – como es conocido popularmente el tramo de vía por el que circulan los vehículos públicos y los privados con autorización especial -. El resto del vial está destinado a la circulación de bicicletas, que disponen de modernos intercambiadores donde se puede dejar el vehículo de dos ruedas para tomar el tren y desplazarse a cualquier punto del área metropolitana. También se puede, dado el caso, llevar el vehículo en el tren, pero siempre hay quien prefiere dejarla porque en su punto de destino tiene enlaces fáciles, puede caminar o incluso dispone de algún servicio de alquiler con el que completar su recorrido. Las tiendas de coches tuvieron que reconvertirse y dedicarse a vender bicicletas y complementos para el usuario, ofrecer rutas turísticas por distintos puntos de la ciudad, y regalar bonos canjeables por viajes en tren hasta la sierra más próxima. Las motos con escape o sin escape pasaron a la historia, desaparecieron, hasta dejaron de promocionar las carreras de los domingos, los grandes campeones cayeron en desgracia cuando estalló el gran escándalo del timo televisivo. Los jóvenes perdieron la ilusión por emular a sus ídolos, y no veían mal desplazarse de un lado a otro pedaleando. Descubrieron que hasta se podía ligar moviéndose en bicicleta. Todos los establecimientos colocaron en sus puertas atractivos aparcamientos para que resultase más cómodo y seguro llegar, dejar el vehículo articulado ligero y entrar en la tienda. Aquello de ciudad saludable, se hizo realidad. Pero al sargento Bueno le había tocado la parte del melón menos dulce, por no decir la más amarga de esta nueva civilización, y tenía que dar la cara delante de sus muchachos, que pedían soluciones que a veces costaba trabajo conseguirlas. Pasarse tantas horas en la calle procurando que el tráfico funcionase como es debido, y nadie sacara los pies del plato, era poco menos que imposible en una ciudad de más de un millón de habitantes, que se dice pronto. Los más ágiles, resueltos y preparados cumplían esa ingrata tarea de poner orden allí donde fuese menester, y sobre la marcha y coordinados por su abnegado jefe resolvían todos los asuntos que tuvieran que ver con los inconvenientes del tránsito de personas y vehículos, pero hay gente que van por la vida saltándose cuanta norma se haya establecido y luego surgen los conflictos.

—Mi sargento, que aquí hay uno que ha colocado el coche en mitad de la calle y dice que no lo mueve porque no le da la gana.

—Pues muévalo usted, agente.

—Lo tiene bloqueado y como no venga la grúa.

—Agente ¿Cómo se llama usted?

—Severiano Pérez, mi sargento.

— ¿Qué número de placa tiene?

—Veinticinco mil diecisiete, mi sargento.

— ¡Aja! Ya lo tengo. Pues según su expediente, que estoy viendo en pantalla, hace tres meses le ocurrió un caso semejante en la Plaza de San Andrés y que yo sepa no tuvo usted que recurrir a ningún superior para resolverlo ¿Lo recuerda?

— ¿En la Plaza San Andrés? ¡Ah! Ahora recuerdo, tiene usted razón, mi sargento.

—Pues no me entretenga que está la tarde muy movidita, agente Pérez. ¡A su trabajo!

—A la orden, mi sargento.

El sargento Bueno se las pintaba como nadie para conseguir que todo fuese una balsa de aceite en el diario discurrir de la gente de la ciudad. Lejos quedaron aquellos tiempos en que se pasaba todo el día trazando esquemas y dibujos de todos los accidentes que ocurrían en la ciudad relacionados con el tráfico. Ahora la gente parecía como más civilizada, se movía de un lugar a otro caminando como si lo hubiesen hecho toda la vida, con pequeñas bolsas de compras, entrando y saliendo de los tranvías con toda la normalidad del mundo. Otros se trasladaban en bicicleta haciendo sonar su timbre de vez en cuando para evitar incidentes, y los menos se empeñaban en seguir utilizando el vehículo privado para ir a todas partes, en lugar de dejarlo en las zonas habilitadas para el intercambiador modal o en la puerta de su casa que es donde mejor estaría. Surgían conflictos derivados del estado nervioso, por no saber que hacer con el coche y entonces es cuando tenían que intervenir los agentes de la policía municipal y en casos extraordinarios hasta el mismo sargento. “Pero peor estábamos antes – como le decía Benita a su esposo –“, que daba miedo salir a la calle y encontrarte con una zanja y otra y una calle cortada por obras de acometidas y otra por construcción, en la que el camión hormigonera no deja pasar ni al carrito de la compra. Ahora por lo menos no están los coches y aunque siguen las zanjas, se puede andar por ahí sin necesidad de dar rodeos para llegar hasta donde quieres.

.../...Continùa en Cuatro gotas (3)


lunes, 3 de mayo de 2010

Mesar


179 Gon ¿tú sabes que significa “mesar el cabello”?, contestándote sin trampas, te diré que es como pasar la mano por el pelo, dejando que los dedos hagan de peine, eso es lo que tú crees Gon, pues te invito a que teclees en google o mires en el diccionario, ya verás que sorpresa te llevarás, y no me vas a decir…, ¡no! Míralo en el diccionario, como quieras ¿qué tal tu día de playa Alba?, muy bien, como siempre ese rumor de las olas es que me trasporta, es más .Gon, no puedo pasear por la orilla del mar sin ponerme a entonar alguna canción, eso es la música de las sirenas, eso debe ser, lo cierto es que ya se ven las playas con bastante gente de tomar el Sol, me alegro por ti Alba, déjame que te pregunte ¿qué ha pasado con la Tertulia y Doña Concha?, pues que a lo que se ve no ha habido suerte y la buena señora vuelve con las alforjas vacías,¿qué le vamos a hacer? Otra vez será, nosotros seguiremos como cada miércoles al pie del cañón ¿es o no es Gon?, por supuesto que sí, lo último es caer en el desánimo, ya vemos que Fernando sigue ahí, a la espera de ver como evoluciona el Sargento Bueno, todo a su tiempo, ya queda menos para la segunda parte, tú verás Gon, con el vencejo tenemos un poco de lío, ¿por qué Alba?, porque no me aclaro si nos ha llegado de Carmen o se ha colado por el morro en nuestro cuarto, esperaremos acontecimientos, eso digo yo Gon, ¿y a Nora qué le decimos?, yo sigo viendo bien a D. José, casi ni se acuerda de reñirnos, así que nada, que siga irradiando luz de aquellas tierras lejanas, bueno Gon, a la tarea, que no es poca, a la tarea.