sábado, 6 de octubre de 2012

De ida y vuelta (3)


313 He leído la tercera entrega de tu historia, Gon, ¿y qué?, que no se yo si a Trini y Vero les convencerá, ¿por qué no?, no se, no se, ya te diré, ya me dirás, de todas formas siempre nos quedará María para darnos su opinión, y más gente, Gon, si claro, ¡anda, pues cuélgala ya de una vez!..

DE IDA Y VUELTA (3)

III
Habían pasado unos cuantos días y lo que al principio parecía una luna de miel comenzó pronto a tomar otros derroteros porque nunca se vieron tan juntos como ahora. Cada cual llevaba su vida y el cariño que se profesaban estaba mediatizado por la amiga ausente. Julia comenzó a darse cuenta que Armando no era todo lo maravilloso que aparentaba y una vez que se hizo con la situación en el país extranjero la trataba como nunca antes lo había hecho, parecía como culparle a ella de su ruptura con Mari Pepa, ¿o a lo mejor pretendía otro tipo de relación?. La verdad es que a ella no le hubiese importado, desde siempre le gustó y si no llega a ser por su madre, seguro que hubiese luchado con su amiga por él; pero luego fue pasando el tiempo, acomodándose a su destino, y lo situó en sus justos términos: era una magnífica persona, marido de su mejor amiga y con el que tenía vivencias para llenar un álbum, pero desde que pisó el Nuevo Mundo parecía que era otro: no la miraba igual, ni la trataba con delicadeza, era arisco, uraño, puede que hasta malintencionado. En aquel restaurante donde todo era como salido de un cuadro, con olor a carne a la brasa y sabor a dulce de caramelo, no era posible mantener una aptitud de indeferencia: o se estaba a gusto o algo raro pasaba, no había dudas. Julia tiró de la manta porque no le gustaban las medias tintas y Armando furioso porque le estaban hurgando donde le dolía, se levantó de la mesa y se fue a la calle resoplando como un toro. Ella se vio  obligada a disculparse ante el camarero, pagar la cuenta y salir tras él antes de perderle de vista. Lo alcanzó al tiempo que éste paraba un taxi y abría la puerta para subirse. Con el aliento en la boca se introdujo junto a él, lo miró y prefirió callar al ver la cara que llevaba. El taxista cuando descubrió que eran gallegos, comenzó a hacerles una serie de preguntas con tal de oírles hablar, pero Julia temiéndose lo peor, alegó que no se encontraban bien y que procurase llegar al hotel cuanto antes. El taxi se convirtió en un bólido y a los quince minutos estaban en su destino. No hablaron, cada cual se retiró a su habitación y aguardaron la llegada de un nuevo día a esperar acontecimientos. Las dos hicieron lo mismo: se sentaron en la cama delante de la televisión y le dieron un repaso a los cuarenta canales al uso, hasta que el sueño se encargó del resto. A la mañana siguiente, el bufete libre y aquellos enormes peces del acuario fueron testigos de sus primera palabras en común después de los últimos acontecimientos. Una pareja de brasileños hacían planes de las visitas que iban a realizar. Armando estuvo sereno, pidió disculpas, pero no dejó de reconocer sentirse incómodo. Julia trataba de averiguar que le había hecho para que se comportarse con ella de esa manera. ¿Tendría Mari Pepa algo que ver en este embrollo?.¿Cómo era posible que en tantos años de amistad nunca se hubiese comportado así?. ¿Porqué no le contaba que le pasaba?. Seguro que si era sincero, llegaría a entenderse como siempre lo habían hecho; ella tenía su orgullo pero se tragaría lo que fuese necesario por tal de que las cosas transcurrieran por otros cauces, por aquellos que les animaron a dejar su casa e irse de vacaciones con él. La camarera comenzó a impacientarse porque no acababan de salir del recinto, así que distrajo su atención recordándoles que tenían que cerrar para la limpieza. Se levantaron y acordaron por el camino a las habitaciones, que en media hora estarían dispuestas para salir a la calle y reanudar el programa de visitas que se habían trazado antes de subirse en el avión. Hoy tocaba la histórica Plaza de Mayo, hervidero de pancartas y banderas argentinas reclamando a voz en grito viviendas, empleo y algunas cosas más. A la Casa Rosa no había forma de llegar porque lo impedían una vallas y un rosario de policías de petos anaranjados, situados estratégicamente para evitar males mayores. El ambiente era el menos indicado para continuar con la charla que iniciaron en el desayuno, pero ambos habían tomado un pequeño respiro para poner en orden sus ideas. Parecían tranquilos. Armando no quería verse otra vez en la misma situación del día anterior, con aquellos restaurantes tan seductores y Julia frente a él. No resistiría decirle cuatro cosas bien dichas que posiblemente le llevarían a acostarse con ella. ¿Cómo es posible que hubiese cambiado tanto?. Con el respeto tan enorme que siempre le había tenido; estaba buena ¡sí!, con ese escote tan provocativo y esa mirada que fundía, pero ¿ porqué no se habría casado esta mujer y formado una familia como todo el mundo?. Ahora no lo tendría a él como lo tiene. En el fondo le amargaba no ser capaz de sobreponerse a sus más íntimos deseos: mientras estuvo Mari Pepa de por medio, nunca se le había ocurrido tener relaciones con ella- a pesar de los malos tragos vividos y las carencias sexuales pertinentes -, pero fue firmar el papel del divorcio y parece como si se hubiese levantado la veda, desde ese momento comenzó a mirarla con otros ojos. Y por si no era bastante sufrimiento, ahora resulta que les tocan los cupones que le compraron por casualidad al vendedor, que se los ofreció mientras tomaban café, y no se les ocurre otra cosa que irse de viaje, nada menos que a Buenos Aires, que está...pues donde tiene que estar, en América del Sur. Sabía de sus inclinaciones hacia Julia pero nunca pensó que se encontrase a un paso de poner su nariz cerca de su escote. Era demasiado, ¿cómo salir de este lío?. Armando sabiendo que había sido muy brusco, quiso compensar y le propuso a Julia que entre las dos le buscasen una solución a su malestar sin llegarle a confesar sus auténticas intenciones. No era plan volverse a España y destrozar el viaje, así que de manera subliminal la encaminó  a una separación en base a intereses distintos, de tal manera que cada cual hiciese lo que le pareciese oportuno sin necesidad de ir juntos a los sitios. A Julia no le pareció mal, dado el cariz que habían tomado los acontecimientos y que parecían ir a peor de seguir por la misma línea. Ella no encontraba explicación a muchos detalles, pero tampoco tenía ganas de que su primera salida a un lugar con encanto, fuese a acabar de manera tragicómica. Se tragó su propia ira y le puso buena cara a la idea consensuada. Quizás fuese lo mejor. Comenzaba una nueva aventura.

3 comentarios:

  1. Todo un caballero, vamos... Anda que dejarla ahí con la cuenta y todo... Vamos hombre!!!

    Veremos qué ocurre pero ya mismo estoy recomendándola un libro como no espabile :D

    Abrazos

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  2. Hola, tú también estás en la lista de blogs de http://elduendecritico.wordpress.com

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  3. Pues yo creo que han hecho bien; cada uno por su lado hasta que ambos se aclaren y, sobre todo, abandonen (él) la cobardía y se lance.

    Abrazos

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?