lunes, 29 de diciembre de 2014

Cuatro cartones


La estancia es el duro mármol de una puerta trasera que nunca se abre, porque el edificio está en desuso. Tiene la ventaja con respecto a los cajeros automáticos, que no te despiertan a altas horas, ni te dan patadas en los riñones y con el albergue que no tienes que soportar los trepidantes ronquidos del compañero de arriba. Te levantas con las primeras luces o con el canto del mirlo, que utiliza como posadero matutino el balcón de la señora del primero que lo tiene como una jungla. Si no ha llovido demasiado, le das una vuelta al cartón-sábana y queda listo para la hora de la siesta, si fuera menester, o si no para cuando llegue la hora de acostarse – si es que llega .Ni que decir tiene que el tajo está cerca: en cuanto queda un hueco libre de aparcamiento, te colocas la gorra (amarilla), el paraguas en el antebrazo y el silbato entre los labios. No hay que olvidar una vuelta por los contenedores por si se puede mejorar la oferta del ajuar: el último cartón-edredón resultó demasiado pesado y aunque aislaba de la humedad, hacía sudar lo suyo. A la una hay que estar en la cola del comedor y por la tarde conviene dar una vuelta por el Más y Mas que dicen los colegas que hay ofertas de tetra-brik. Y mañana hay que madrugar, que las monjas del hospicio reparten ropa. Lo de los cartones tendrás que dejarlo porque cada vez que reúnes una carga, te la terminan robando; lo tuyo es aparcar coches, que es trabajo limpio. Y déjate de sutilezas en tu estancia que como la pongas demasiado atractiva, terminarás perdiéndola: ya sabes como es la gente. Apáñate con los cuatro cartones y no te preocupes por el desahucio, que se trata de un edificio oficial. Buenas noches.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cine

                                                              Imagen tomada de la red

Asistir en Sevilla a los encuentros con el Cine Club Vida es como asomarse a otra dimensión. Desde el increíble encanto del padre Alcalá, pasando por la intervención de sus colaboradores, así como la del público entendido, hasta la proyección de las películas, todo queda en ese halo mágico que necesita el cine para disfrutarlo.
Y de esa manera, he tenido la ocasión de estar presente en la sesión dedicada al Aniversario de la 1º guerra mundial, en su segunda parte. Ello me permitió descubrir la película Los que no fuimos a la guerra de Julio Diamante del año 1962. Me dio mucha alegría descubrir que estaba basada en una novela de Wenceslao Fernández Flórez y mucha más alegría descubrir a este director y a esta película. Un sainete costumbrista con un amplio elenco de actores españoles. Para no perdérsela.

Los que no fuimos a la guerra
http://youtu.be/bPzxMa_Gx2o

Lauren Bacall fue la protagonista de la 2ª película de la que les quiero hablar: Cayo Largo, del año 1948. Magnífica, no hay mejor palabra para definirla. Ya la conocía y recordaba cada secuencia como si la hubiese vivido —y eso siempre es buena noticia—. El blanco y negro me fascina y Humphrey Bogart pasar por ser uno de mis actores favoritos. El Comité de Actividades Antiamericanas, o sea, la caza de brujas, tuvo mucho que ver en la producción de esta película. Si aún no la conocen, les recomiendo que no se la pierdan.

Cayo Largo
http://youtu.be/bs7Go24Rd8o

El tercer filme en cuestión es Los limoneros, dentro del ciclo ¿”Nuevas fronteras”? Exquisito largometraje de Eran Riklis, que pone el dedo en la llaga que tanto nos duele como seres humanos: la eterna lucha entre Israel y Palestina. Producida en 2008 cautiva por la gran interpretación de Hiam Abbass (protagonista) y según nos dice el propio padre Alcalá “El filme trasluce su postura pacifista en una situación límite que roza la inverosimilitud, aun respetando el límite de la credibilidad artística”. Así que ya lo saben, puesto que lo que diga  Manuel Alcalá a este respecto, va a misa.

Los limoneros
http://youtu.be/bi6HcoWSvuc

Por último mencionar, dentro de este mismo ciclo, la película Nada que declarar, del año 2010, del director Danny Boon. Para pasar un rato divertido con una comedia que pone de manifiesto como se las gastan los franceses y los belgas con los nacionalismos. Tengo la experiencia personal de haberla visto en una sala comercial y lo cierto es que la disfruté de lo lindo.

Nada que declarar
http://youtu.be/YNljbNJDZRw

lunes, 15 de diciembre de 2014

El Chorro


No hace mucho estuve en El Chorro. Hacía tiempo que no paseaba por ese mítico paraje de la provincia de Málaga, y desde el primer momento mi mente estuvo puesta en aquel año de 1990 en el que DRIADES pisó el Desfiladero de los Gaitanes. Los niños, vivieron aquellos días como siempre suelen hacerlo cuando se les saca de la rutina —puede que algo les haya quedado en su memoria—, y los adultos quedábamos extasiados con la belleza que nos rodeaba: el río Guadalhorce, las paredes en vertical con oquedades misteriosas, la vegetación, el vuelo de los buitres. Y por encima de todo, aquel Caminito del Rey, del que habíamos oído hablar, pero que hasta que no lo vimos, no lo creíamos. Labrado sobre la verticalidad, con apenas una tímida valla que separaba al individuo del abismo, impresionaba contemplar hasta donde llega la capacidad humana. Este camino de unos 3 kilómetros de longitud tiene una parte vertiginosa, de barras de acero y hormigón clavadas en la pared vertical y un puente sobre el mismo desfiladero sobre el canal de agua (Esto último lo dice la Wiki).  Se de buena tinta que esta obra se hizo para satisfacer el gusto de Alfonso XIII, que a la sazón había venido a Álora-Ardales a inaugurar una presa. No quiero ni pensar lo que sufrirían los obreros para la culminación de semejante “caminito”. El sábado pasado, por cierto, tuve ocasión de estrechar mis manos sobre el cuerpo del rey, en forma de estatua: hay una representación a tamaño natural, nada más y nada menos que en la Punta de Europa, en Nerja. Pero en fin, a lo que iba, todo lo que rodea al denominado Parque Ardales es digno de una sosegada visita, porque allí tienen cabida tanto los aventureros: Caminito, barranquismo, paredes que trepar, monte Huma, como los amantes de la cultura o los paseos en canoa: Bobastro, el lago, sendero de los Gaitanes. He visto mucho ambiente, de gente que le gusta alejarse por unas horas, o por unos días de las ciudades. El turismo rural sigue vigente a pesar de la crisis. Y ya, para rematar la estancia, es más que curioso dejarse caer por Carratraca para saborear la original forma de servir comida que tienen por Casa Pepa. Madre mía, lo que dan de si ocho euros.

martes, 9 de diciembre de 2014

Quedó sin pétalos la rosa


Quedó sin pétalos la rosa


—ofrecida en bandeja de plata

a mis instintos—.

Miré el cielo y llovieron

espinas. Heridas abiertas

compiten con la flor, serpentean

hilillos de vida.

Murió el canal transmisor,

carcelero sin llave maestra,

marchó el caballero a la guerra.

Carnes que fueron de fiesta

palidecieron, presionadas por cintos.

Mi boca, reseca por la ausencia

ya no tiene brocal, ni sabe

aguardar otra primavera.

Bebí del agua salobre

Y ahora

mendigo en la arena

un manantial donde empapar

la lengua.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Sobre libros y lecturas


Quiero contarles lo último que ando leyendo por uno u otros motivos.



Empezaré por el correspondiente a la Tertulia de la Casa del Libro de Sevilla. Les hablo de El cerebro de Andrews, del escritor norteamericano E.L. Doctorow. De entrada el primer párrafo es ya para agarrar el libro y no soltarlo hasta llegar a la última línea. Magistral manera de comenzar una novela. Destaca también la ausencia de guiones en los diálogos —todo el libro es un diálogo, desde la primera palabra— y sin embargo se entiende todo de forma tan natural, que no se echan de menos ni por asomo. La historia, bien narrada, es dinámica, creíble y con grandes dosis de humor, lo cual es de agradecer cuando el siquiatra anda de por medio o los vericuetos de nuestro cerebro están en entredicho. Creo que se trata de un ejercicio literario en el que nuestro propio cerebro tendrá que descubrir quienes son los personajes e incluso si son de carne y hueso. Intrigante y atractivo.




El segundo libro que traigo a la palestra es la obra de de Stefand Zweing, Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Tengo el honor de coordinar una tertulia literaria en la Casa de las Sirenas, en Sevilla, y fue propuesto este libro por uno de los contertulios. Para mí fue una sorpresa, más que agradable, puesto no conocía a este autor, y ello es debido a que fue un autor maldito en su época ( 1881-1942 ). La obra que les cuento tiene un arranque similar a la anterior, pero a diferencia del libro de Doctorow, enseguida se mete el narrador en tratar de darnos su opinión sobre determinadas conductas de la condición humana. Y ahí es donde duele. Deje usted, señor, que el lector saque sus propias conclusiones, que se haga preguntas, que tenga dudas. Era otra época y la narrativa se desenvolvía por otros cauces; todo es comprensible. Tiene la virtud de estar narrado en primera persona, con lo que la cercanía se percibe, se masca. La historia es interesante —siempre lo es cuando el amor anda de por medio—, y tiene pasajes deslumbrantes. Otra virtud, a mi modo de entender esto de la novela, es que tiene poco más de cien páginas. Y eso conlleva una tarea ardua para contar lo que se quiere, prescindiendo de todo lo superfluo, a menos que haya necesidad de pasar báscula antes de la publicación.



Y por último, les quiero hablar de El club Dumas, de Arturo Pérez Reverte. Un libro que no es nuevo, pero que ahora ha caído en mis manos porque ando empeñado en un proyecto que tiene que ver con una serie de escritores españoles, entre los que se encuentra Reverte. Por tanto, decía, lo he leído y me ha resultado complicado hacerme con los mandos de la lectura puesto que el autor se encarga de dotar al relato del suficiente misterio para que las cosas se vayan complicando y no sepamos a ciencia cierta cual es el Norte de la novela. Reverte es especialista en crear ambientes para atrapar tanto al lector como a sus propios personajes, así que entre buenos, malos y gente que no se sabe muy bien de que lado están, se nos van colando las páginas intrigados por saber hasta donde llegará el afán detectivesco del cazador de libros. Con el diablo de por medio y una serie de láminas a interpretar me he formado tal lío, que tan solo me ha quedado claro lo banal: él, ella y la aventura de la vida misma. Demasiado trasiego para mis entendederas.

Y eso es todo, amigos. A leer y a disfrutar, que es de lo que se trata.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Cuatro mujeres, cuatro poemarios.

Que nadie se asuste de lo que ve. Es la página de Arruillo, la de J.R.Infante, la que tiene ante sus ojos, solo que con una lavado de cara, porque todo es necesario. Alba y Gon dejan paso a este nuevo modelo que hoy comienza. Aplausos para ellos por los servicios prestados.
(Imagen tomada de la red)

VERÓNICA CALVO
Y ahora, a lo que vamos. Verónica Calvo, es la primera de las poetas de las que hoy quiero hablar. Ella presentó en su tierra —Madrid— un poemario, Las pequeñas esencias, editado por 2deLetras, del cual tengo un ejemplar en mi mesa de lecturas para ir saboreando poco a poco esas esencias que nos regala Vero como lo hace el rosal cuando le llega la primavera. Una delicia.




NURIA DE ESPINOSA
Nuria de Espinosa, es otra poeta que conocí en PsP y que saca a luz, allá en Rubí, la tercera edición de “El silencio de la luna”, editado por Dédalo. Y en ello estoy: mirando la luna desde mi azotea, o contemplándola por las mañanas cuando salgo al trabajo. Nuria se adhiere, una vez más, a causas solidarias con su poesía, y eso siempre es de agradecer.




MARÍA JOSÉ COLLADO
Mi amiga María José Collado, sufre estos días una tormenta de otoño por los fuertes vientos que soplan por la calle Levíes, pero es de suponer que el temporal amaine, y la razón se imponga. Aún la lumbre es un poemario, editado por Ediciones en Huida, que viene acompañado de un cedé con canciones adaptadas de su poemario. Asistí a su presentación en el Círculo Mercantil de Sevilla y María José nos estuvo leyendo parte de sus creaciones. Me falta disfrutarlo reposadamente. Todo llegará.



ANTONIA MARÍA CARRASCAL
Y por último, Antonia María Carrascal. Ella, presenta mañana martes, a las 19h, en la Casa de la Memoria de la calle Cuna sevillana, El hombre que te habita, editado por Autores Premiados. Antonia está dotada de ese don especial que poseen los poetas para llegar al lector. Cuida lo que hace y mima con esmero cada verso. Por eso le deseo toda la suerte del mundo para este, su nuevo poemario que mañana presenta y que ya está en las librerías.


Así que no se que tiene este otoño que ha venido cargado de poesía. Y hay más, claro que hay más —a Trini Reina quiero verla pronto recuperada—,pero me quedo con ellas cuatro porque son las que mas cercanas tengo en cuanto a libros se refiere, y quiero hacerlo extensivo, para que todos los que por aquí pasan, puedan conocerlas.

Y en medio de todo esto, Don Giovanni en el Maestranza. Aprovechando ese momento previo al estreno oficial, me colé entre bambalinas y disfruté del bell canto como un niño mirando por una cerradura. Que bien huelen y qué bien suenan esas paredes, a pesar de los veintidós años transcurridos. ¡Ah!, también me asomé al Festival Iberoamericano de Huelva. Me presentaron a Neruda. Fue una estampa, pero qué bella.

lunes, 10 de noviembre de 2014

En bici por las arenas
















414 Vaya la que has liado con la quema del coche, Gon, a mí que me registren, daños colaterales, dueño inconsciente, ya te digo, Alba, que yo no se nada, está bien, al menos sabrás que te buscaron: María, María J. Collado, Conchi y Rafa, claro que lo se, y también nos dejó su tarjeta Katrina, que bienvenida sea, ¿y ahora qué?, lo que tu digas, Alba, lo que diga D. José, que es quien me ha encargado esto:

Un buen día tres amigos, amantes de la bicicleta, deciden emprender una pequeña aventura partiendo desde Dos Hermanas en Sevilla a finales de un mes de Agosto. Cargan sus vehículos con lo necesario para pasar una noche a la intemperie y las primeras pedaladas en bicicleta todo terreno se dirigen hacia el Parque Periurbano de La Corchuela. Antes de llegar a las inmediaciones del Brazo del Este, Antonio sufre el primer percance mecánico que se solventa con una chapuza de la mano de Manolo: las pocas herramientas que llevaban no sirvieron para nada, ¡donde va un buen alambre!—dijo Manolo, grandes extensiones de cultivo, llanuras, pocos paisanos y muchas aves por entre las zonas inundadas. A la altura de un eucaliptal, reponen fuerzas, tirando de la mochila. Cabalgan a gusto hasta que llegan a la orilla del Guadalquivir, donde el viento de frente se interpone para los intereses de los aventureros. Nueva parada, nuevo intento de reparación mecánica y larguísimo camino bordeado de árboles y sin un alma en los alrededores. El río presenta un aspecto terroso, de agitación y algún que otro pescador tienta a su suerte en sus orillas. Tras atravesar unas obras con intenso tráfico pesado, llegan a los pinares de La Algaida para —con el santo de cara— topar con un manguera milagrosa que utilizan de ducha; unos pinos cercanos propician una sombra idónea para engullir el bocata, pero cuando ya se hallan los tres dispuestos a hincarle el diente al sabroso manjar, se dan cuenta que se hallan invadidos por una colonia de moscas que no están dispuestas a ser meras espectadoras, así que de prisa y corriendo, lo recogen todo y deciden comer mientras pedalean.
Así discurre el almuerzo y entre camino de asfalto y camino de arena llegan hasta Bonanza donde un buen refresco azucarado viene a aliviar el esfuerzo. Las indicaciones de un parroquiano les llevan hasta el muelle, donde ni cortos ni perezosos alquilan una embarcación de pequeñas dimensiones que los lleva a la otra orilla del Guadalquivir en pleno Parque Nacional de Doñana. A partir de aquí comienza una auténtica odisea puesto que la arena comienza a cobrar tributo y avanzar sin quedarse anclado era poco menos que imposible. Llegan los jabalíes dispuestos a que se les propicie alguna golosina ya que están acostumbrados a lo que le dan los bañistas. Al tiempo que se adentran en la orilla del mar descubren las dunas y poco a poco se queda atrás la desembocadura del Guadalquivir. Antonio tiene serias dificultades con la bici, por lo que decide echar pie a tierra y caminar empujando su vehículo; Manolo termina por hacer lo mismo; por el contrario Pepe se muestra más enérgico e insiste en permanecer en lo alto de su bicicleta, se adelanta unos metros y aprovecha la caída de la tarde y la soledad del instante, se detiene, se desnuda y se mete de cabeza en las olas que lo están llamando a gritos. Se puede palpar en el ambiente la grandiosidad de todos los alrededores. Terminan de pasar los últimos pescadores en un todoterreno, así como los microbuses de turistas.
Las dunas son toda una tentación para quedarse a pasar la noche, pero una patrulla de la Guardia Civil, les disuade del intento, aunque tampoco pone demasiadas pegas a que continúen su avance hacia Matalascañas. Especulan con la hora y el camino que resta por recorrer —la noche es ya una realidad— y una luna redonda, como foco luminoso acapara todo el protagonismo del instante. La temperatura es ideal, el silencio lo rompe las olas del mar y las dunas están pidiendo a gritos que les hagan compañía, pero como el cansancio comienza a hacer mella, las ideas no fluyen de manera adecuada.
Los tres amigos continúan a pie, empujando las bicis, hasta llegar a la civilización y ya sobre el asfalto, buscan el chalé de un amigo donde les espera una reconfortante ducha y un colchón donde descansar. Han pasado 18 horas desde que salieron del punto de origen y al día siguiente toca regresar a Sevilla.





miércoles, 5 de noviembre de 2014

El coche rojo



413 Hola Gon, me dio mucha alegría verte con Rafael Indi el otro día, es cierto, hacía tiempo que no lo veía, ¿y a ti como te fue con María, Luisma y Vero?, ah, muy bien, ya sabes como son, pero… no nos perdamos ¿qué traes hoy?, un micro, espero que te guste, pues vamos a leerlo:
 

Había pasado el verano y de nada sirvieron las denuncias de los vecinos; el ayuntamiento hacía caso omiso porque aquel coche no entorpecía la circulación; se convirtió en el punto de mira de toda la clase marginal del barrio, hasta que un día lanzaron una lata de gasolina en su interior y le prendieron fuego. Vinieron los bomberos, la grúa, se dañaron tres coches más y estallaron los cristales de un escaparate próximo. Los operarios de la limpieza cumplieron su cometido y el lugar quedó expedito y preparado para que otro vehículo lo ocupase. El que fuera su dueño contempló desde su casa los últimos instantes de aquel utilitario rojo; no se inmutó, casi ni parpadeó. Hacía tiempo que el coche lo había superado.
 

lunes, 27 de octubre de 2014

Un hombre de carne y hueso


412 Hola Gon, hoy vamos con prisas, tan solo te puedo decir que estuve por Linares de la Sierra y me encontré con Vero y Conchi, ah, qué bien, ya hablaremos, ahí te dejo un soneto para que lo cuelgues, adiós, adiós…

En la paz de la umbría, diestramente
                                                      va abriendo surcos de esperanza. Canta.
                                                      Un cuervo grazna, la mula se espanta,
                                                      chirriantes latigazos sabiamente

                                                      median. Gime. Despliega ferozmente
                                                      al aire amplio abanico -mano santa-,
                                                      da cobijo al incipiente embrión. ¡Tanta
                                                      lucha! Rie. Retorna pacientemente

                                                      al duro terrón deforme. Una nube
                                                      presagia rayos desafiantes. Grita.
                                                      Blasfema. En mágica alfombra se sube

                                                     volando en feliz futuro. Se irrita
                                                     al perder su pátina de querube.
                                                    Piensa en sus hijos, su mujer. Tirita.

lunes, 20 de octubre de 2014

Entre castañas y setas

411 Qué me gustó ayer el paseo por el campo, Gon, te lo tengo dicho, Alba, el aire del campo es muy sano, tienes razón: cuántas castañas, qué de setas, es que fuiste a la cuna, Alba, la Sierra de Aracena, ni más ni menos, seguro que a nuestra amigas Marisa, Priego y MJ Collado les hubiese encantado, seguro que si, Gon, por cierto ¿tú sabes que MJ Collado presenta hoy en Sevilla un nuevo poemario, claro que si, Alba, una cosa es que sea más narrador que poeta y otra muy distinta que no esté al tanto de lo que se cuece a nuestro alrededor, de acuerdo, mejor que menor, por cierto el libro se llama “Aún la lumbre”, allí estaremos compañera, pero antes tenemos Tertulia, ya lo creo, Gon, y si va en la línea de la última vez podemos batir record de asistencia, lo cual es noticia ¿no te parece, compañero?, yo me he preparado muy bien por si me preguntan, ¿quién?, quien va a ser, Alba, qué cosas tienes, D. José, no te pases que estamos en una tertulia no en una clase de secundaria, ya, ya, pero por si acaso he estado leyendo sobre José Luis Sampedro, por lo que pueda pasar, eso está bien porque hablaremos de La sonrisa etrusca, pero de ahí a pensar que nos va a examinar, y todo eso quitándome tiempo de mi lectura de El club Dumas”, de eso no me hables, Gon, que se me están apilando los libros de poesía en los que tengo que trabajar, ¿oye, Alba, y qué me dices del casting?, ¿de qué me hablas, Gon?, me refiero a la prueba a la que ha sometido el jefe a sus amigos más cercanos buscando una portada para la próxima publicación, pues no me había enterado de nada, ¿no me digas?, te enterarás, Alba, te enterarás, ¿y el librito sobre aves, cómo lo llevas?, a falta de unos flecos, casi terminado, Priego y Marisa, seguro que se alegrarán, seguro Alba, ellas y todos los amantes de la Naturaleza porque será una publicación modesta, pero educadora que es lo importante, ya lo creo, y ya mismo está aquí Belda, ¿quién Néstor?, claro, con su libro bajo el brazo, ¡ojú que otoño!, dejémoslo ahí, Gon, dejémoslo.

martes, 14 de octubre de 2014

Casi una historia de aves III

410 Qué de agua, Gon, como todos los otoños, Alba, vamos a lo que vamos: Marisa y María Antonia me hicieron ver lo relajante de nuestra casa con la que está cayendo, pues a mí, Amparo y M. José Collado me comentaron que sintieron esos sonidos que les pusimos la semana pasada, y Vero decía que si la tormenta descargó, ya lo creo que descargó, Gon y a base de bien, y para hoy un capítulo más dedicado a las aves…

La tórtola símbolo de los poetas, relámpago azul para otros, posee una para nupcial que encandila, un arrullo que ensimisma, una forma de darse el pico que atrae, y un ascenso vertical, como cogidos de la mano, que le lleva hasta las mismas puertas del cielo. Lo lamentable y doloroso es que todos los veranos, cuando aflora a nuestros bosques, se encuentra con la sed incontenida de escopeteros para los cuales nada de esto importa, los cañones has de escupir plomo y las tórtolas pagar las consecuencias de una actividad que por mucha regulación que tenga no deja de ser una trampa mortal para una especie, a la que bien pudiera terminar ocurriéndole como a su pariente, la paloma migradora americana que, de bandos de millones de individuos, pasó a desaparecer como especie en unos pocos años. Muerte en movimiento para probar la pericia del cazador, el cual utiliza otra artimaña no menos cruel en el caso de la perdiz: aprovechar la época de celo para acabar con unos amores atraídos por el reclamo. Si en ningún caso están justificadas las armas de fuego, en situaciones de tan desigual lucha es donde menos sentido tiene su continua e imparable utilización. Caemos, de nuevo, en un caso de conciencia.




Por fortuna ni todos los hombres son escopeteros, ni a todas las aves se las trata con tanto desprecio. La popular cigüeña, por ejemplo, es tan querida allí por donde mora, que en determinados pueblos de la serranía gaditana, hay personas que se sienten tristes por la no presencia de la zancuda; estaban tan hechos a verla llegar cada primavera que ahora, al no hacerlo, parece como si les faltara algo. En Jimena de la Frontera existe una colonia de ocho o diez nidos, colocados sobre la ruina de una antigua fábrica de bombas, donde estas picudas conviven con unas personas que habitan en el lugar y en el cual no hace falta la figura del proteccionista del Estado, ni siquiera la testimonial de los ecologistas, puesto que son de la colonia. Por regiones, Extremadura se lleva la palma en cuanto a respeto hacia la especie (posee el 50% de las cigüelas españolas), pudiéndose observar desde muchas carreteras las hileras de nidos colocados sobre los postes eléctricos. Se da incluso la paradoja de la existencia de un pueblo, el Gordo, donde el número de habitantes y el de cigüeñas casi caminan parejos, unos cuatrocientos. Y tan felices. No obstante hay que decir que a pesar de todo aún quedan parajes que continúan sufriendo la incomprensión y las aves han de emigrar hacia nuevos pastos para poder disolverse sin problemas de vecindad.



De sonidos de aves está lleno el campo. En cualquier época de año las frondosas riberas, la dehesa, el monte, cobijan tal cantidad de individuos cantores que tan sólo cuando uno se detiene y se dispone a captar esta singular sinfonía es cuando puede apreciarse el tesoro oculto que poseemos. La tórtola, el cuco, la abubilla, la codorniz juegan con nosotros a descubrir sus escondites; el mirlo, el carbonero, el alcaudón pretenderán despistarnos con exhibiciones de la siringe para que nunca sepamos a ciencia cierta si se trata de ellos mismos; la cogujada, el jilguero y el triguero lo harán a pecho descubierto, con todo el orgullo de que se sabe dueño de un fruto sabroso que hay que pregonar; y por último, en el recuerdo de esta breve muestra hemos de citar el portentoso ruiseñor capaz de entusiasmarse tanto por su obra que ya no sabe cuándo es día ni cuándo es noche.



De la mano de la gente de bien han salido de paseo, fueron al cine, al teatro, al baile; visitaron museos de arte, exposiciones monográficas y colectivas; escucharon conferencias, audiciones musicales, se vieron en los escaparates de las librerías. Se codearon y supieron estar en el mundo hasta hacerse un lugar de privilegio del que nunca deberían salir. El hombre, aunque sólo fuese en señal de respeto, tendría que esforzarse por que esto fuese posible. La población aviar sabrá corresponder a tal gentileza.



martes, 7 de octubre de 2014

Sonidos del atardecer

409 ¿Y tú que piensas de las tarjetas negras, Gon?, ¡Mandeee!, perdona, hijo no se lo que digo… ¿viste a esa persona que pasó por aquí como de forma equivocada?, 03160_V, eso, digamos que estuve tomando café con Priego y MJosé, a la que tenemos que agradecer su haiku, así es, y ahora pon ya tu micro y vamos a otra cosa, voy, voy, pues adiós.




Una tórtola turca proclama sus derechos desde el último eslabón de una mohosa antena de televisión, mientras un palomo doméstico de plumaje grisáceo enarbola su buche y danza alrededor de la hembra, requiriéndola en amores. En la radio suena la voz de Alejandro Sanz interpretando “Ella”; unos cuantos gorriones alborotan por la posesión de un hueco en la pared, y una sierra radial hace apretar los dientes para contrarrestar tan ingrata percusión. Una nube negra avanza desde Portugal. Las monjas piden a los feligreses que acudan a misa de siete con dos toques largos y un repiqueteo de campanas menudas. En la lejanía se oye el murmullo del tráfico, tan sólo interrumpido por la presencia de una escandalosa sirena que pide a gritos abrirse paso. Ahora es un tordo quien silba desde el pico de una torre, y unos vencejos le sobrevuelan emitiendo estridentes chirrííí. El vecino del segundo continúa grapando la tapicería del sofá con la consiguiente parsimonia del trabajo bien hecho. Ahora se debe haber producido un atasco porque se oye el sonido de los cláxones casi sin parar. La nube cubre media bóveda celeste. La emisora de radio se autodefine como la mejor, y un coche grúa da marcha atrás emitiendo agudos pitidos disuasorios. Un avión, que no se ve, pasa por algún lugar del espacio aéreo. No se oye, pero se ve el resplandor de un rayo, al que de inmediato sigue un estruendoso ruido, para terminar cayendo unos gruesos goterones a los que se les siente estrellarse contra la solería de la azotea. Fin del espectáculo.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Alguna vez

408 Hola Gon, ¿sientes el perfume del jazmin?, ¿de qué hablas, Alba?, del poema que te traigo, seguro que lo quieres dedicar, pues si: a Vero, María y MJCollado,¡ah!, el otoño, Gon, el otoño…








¿Alguna vez contaste los pétalos
                                                del jazmín
mientras con tus dedos formabas
                                          remolinos de aroma?
Yo lo hago y veo tu boca
                                      y el brillo de tus pupilas
bajo tus cejas un río de esmeraldas.
Róbale a Philos el poder
construiremos una tabla excell
y en una celdilla en blanco
                                    comenzará nuestro viaje.
La avenida ruge en gris,
lees tu última llamada,
tiemblo de pensar que puedes
rozar con el filo de tus dedos
la carga de amor de mi piel.
¡Que te falta!
Qué tic-tac machaca mi sien
de lógicas respuestas verdeazuladas.
Hoy no escucho
el trinar glorioso de gorriones,
ni veo caer las hojas
                              marchitas del limonero,
hoy he vuelto a meterme a buzo
entre mi propio tejido
y ahí sigue visible el papel,
los focos, el escenario
solo espero que el regidor
                                       te de
paso
       te de
              paso.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Días de lluvia

407 Tenemos que felicitarnos, Gon, ¿y eso por qué?, por fin hemos conseguido las cien fotos, no me lo puedo creer, pues créetelo, Gon, Amatista Amatista se ha dignado dejarse caer por esta casa para que lleguemos a la centena, eso está bien Alba, ¡ya!, lo que de verdad está bien es el libro de Verónica Calvo, ¿nuestra Vero?, así es, Gon, he leído “Las pequeñas esencias” y ahí se vuelcan unos versos tan naturales como la vida misma, se nota que la llegada de las lluvias te ha sentado bien, te lo recomiendo, Gon, y ahora he comenzado con María Andrea Mónaco, se ve que te ha dado fuerte, ¿y tú no lees nada?, que no leo, ¿tú crees que D. José da respiro?, claro que leo, pues habla ahora o calla para siempre, Antonio Gala, ¿qué obra?, una especie de memoria anecdótica, ¿eso qué es?, es un libro donde confiesa su relación con la vida, que se llama…, se llama “Ahora hablaré de mí”, así que también te lo recomiendo, bueno Gon, ya veremos si nos queda tiempo con tanto ajetreo, y que lo digas, Alba, el jefe está que se sale con dos publicaciones encima de la mesa, yo estoy entusiasmado con la aves, Gon, y yo con los relatos, Alba, o sea, ¿que estamos contentos?, claro, pues ya lo sabéis Priego y Vero, Alba y Gon están contentos, tampoco es para lanzar las campanas al vuelo, Alba, no te pases, te recuerdo que esta tarde comenzamos con la tertulia, ¡hala!, ¿ves?, ya estás volviendo a tu seno, no es por protestar, Alba, pero es que no se de dónde voy a sacar tiempo, tú esta tarde procura ser puntual, que mañana ya hablaremos, eso y mientras tanto que llueva, que llueva, la vir… ¿también te vas a quejar de la lluvia?, no es eso, Alba, si a mí la lluvia me gusta, y a mí también, Gon, vamos a dejarlo ahí.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Casi una historia de aves II

406 ¿Gon, tú has estado en El Gordo?, claro que sí Alba, viendo cigüeñas, pues eso le quería yo decir a María y Amparo, si van por Cáceres, que no dejen de visitar este pueblo, muy bien, Alba, me encontré con M.J.Collado y me dio un beso para ti, qué alegría, y yo te traigo la segunda parte de las aves, o sea, seguimos de pájaros…
La literatura, el cine, la pintura, todas las artes tuvieron y tienen presente a las aves, porque desde siempre el ser humano ha intuido algo bello en ellas.
Se les ha clasificado en multitud de ordenes, familias, subfamilias, géneros, especies, subespecies, tratando de penetrar en sus entrañas y aunque no cabe duda de que se sabe mucho sobre ellas, aún quedan incógnitas por resolver -¿poseen brújula interna?, tienen capacidad de aprendizaje? –que las hace, si cabe, más apasionante como todo aquello que no nos es del todo conocido. ¿Alguien ha visto el giro de cuello que posee el martín pescador? Puedo asegurar que no hay nada más parecido a un juguete infantil. La habilidad del trepador azul para ascender y descender por la corteza de los árboles como si se tratase de un reto a las leyes de la gravedad; el terrible arponazo de la garza lanzando el cuello como un resorte para capturar su presa; el simulacro de ave herida que efectúa el chorlitejo, par atraer hacia él la atención de un potencial depredador, demostrándonos de esta manera sus grandes dotes de actor y al mismo tiempo la peculiar forma de salvar sus crías son apenas unas leves gotas de lluvia sobre el mar de posibilidades admirativas que poseen las del cuerpo cubierto de plumas.
Todas las aves tienen un espejo común en el que mirarse: hace 150 millones de años, en el Jurásico, se formó un fósil –Archaeopteryx-, que pasa por ser el primer animal alado. El hallazgo tuvo lugar en Baviera en 1861 mientras se cortaban unas láminas de calizas empleadas en la impresión litográfica. Luego vendría lo de la subclase Neornitas y demás clasificaciones, hasta llegar a la última de las subespecies descubiertas. Ahora bien, en este mundo capitalista que nos ha tocado vivir, poco importa la particular historia de este grupo de seres vivos, especulándose con él lo mismo que con otros que de alguna manera están indefensos. Las aves son objeto de deseo, se las captura y vende por el color de sus plumas, por su canto. En Madrid, en pleno Rastro existe una calle que se llama “la calle de los pájaros” y no es que allí vivan en libertad –como parece indicar una primera lectura de esta bella denominación – sino que muy al contrario, allí es donde se obtienen monedas a cambio de sus preciados dones.
A pesar de las intensas campañas de los organismos oficiales, de las asociaciones ecologistas y de todos aquellos para los que importa algo la existencia de las aves, se continúan cometiendo atropellos a la luz pública. Lo que en algunas zonas rurales puede pasar por un entretenimiento de jubilados o distracciones infantiles, pasa a convertirse en negocio en las grandes capitales. Las leyes son cada vez más estrictas y la vigilancia por parte de las autoridades parece extremarse, pero en el trasfondo siempre existe una falta de sensibilidad y de respeto hacia algo que está para ser contemplado, admirado y hasta digno de ejemplo, pero que nunca debería considerarse producto comercial o especulativo.
Antonio Gala, en un artículo aparecido en 1990 en el diario El País, llena el aire de preguntas y reflexiona en torno a los pájaros desde el corazón. Escribe: “¿son incansables, o es que son infinitos y se turnan? ¿Dónde van a morir? ¿Qué pensará su secreta cabeza de los seres humanos? ¿Se tomarán los pájaros el trabajo de observarnos, o ni siquiera el de vengarse de nuestras tropelías, pese a Hichcock?” Ahí quedan esas remeras, timoneras, cobertoras y caudales, flotando por el infinito azul para que cada uno de nosotros saquemos nuestras propias conclusiones.
Más poetas:
“Es tan ancho mi reino
que las aves de paso
dejan en él de serlo”.
Aquilino Duque

“Quien tenga alas que vuele,
que para eso son los pájaros
no para saltar sin gracia
entre dos palos”.
Celia Viñas

“Y yo me iré
y se quedarán los pájaros
cantando”
Juan Ramón Jiménez

También la sabiduría popular le canta, a través del fandango, a las aves, produciéndose a veces situaciones contradictorias difíciles de delimitar:
“Mira que bonita son,
dos tórtolas te he traído;
mira que bonita son,
de un árbol las he cogido:
estaban tomando el Sol,
metiditas en su nido”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

La grúa y la cigüeña

405 Hola Gon, estuve con Priego la semana pasada, ah sí ¿qué se cuenta?, lo propio: la vuelta al cole, como todos, eso, como todos, Gon, ¿y tú que nos traes hoy?, sigo con los micros, Alba, estupendo, pues vamos a ello…

La obra se había parado porque se detectó un fallo en el proceso de cimentación, y había que comprobar la importancia del suceso. Una cigüeña que andaba buscando cobijo, pensó que una estructura como aquella grúa iría de perlas para sus ideales de habitabilidad. Así que instaló su nido en el extremo más alejado del artilugio porque desde allí las vistas eran envidiables. Cuando los obreros reanudaron su trabajo se encontraron con semejante panorama, por lo que hubieron de ponerse de acuerdo las autoridades del ramo, los ecologistas y la empresa constructora. Las cigüeñas temiéndose lo peor, se lo tomaron con inusitada calma y decidieron no moverse de su sitio por muchos requerimientos humanos que se presentasen a sus puertas, así que todos hubieron de contentarse y habituarse a la presencia de la zancuda, formando parte de la decoración del edificio en ciernes. Los obreros comenzaron a encariñarse con tan simpáticas compañeras y cada vez que estas realizaban algunos de sus típicos clotoreos, terminaban aplaudiendo como si de interpretar algún dueto operístico de fama se tratase. Se convirtieron en el atractivo turístico de la ciudad. Lo de menos era ya el ritmo de la obra, y las posibles molestias que pudieran estar ocasionando al vecindario; la gente se aglomeraba para ver el espectáculo, y se llegaron hasta alquilar azoteas con vistas al nido de la cigüeña. Llegado el mes de mayo, nacieron dos retoños que hicieron las delicias de todos los habitantes de la ciudad y algunas poblaciones limítrofes. Por supuesto que el constructor no lo dudó un instante, e hizo instalar en todas sus grúas un nido artificial de cigüeña, sólo que los resultados nunca pudieron superar a los de aquel nido.

martes, 2 de septiembre de 2014

En la solitaria calle

404 Ya hablaremos más despacito, Gon, permíteme que te de recuerdos de Marisa, dame un abrazo por lo menos ¿no?, bueno hombre, eso si, y además te regalo un poema…



En la solitaria calle, la luna
sonríe tu ardor. Te desfaldo.
Ahogan los movimientos, la guitarra
enfebrecida y la silenciosa cal.
Da un vuelco mi corazón.
Es la arena quien cobija,
las estrellas las que miran.
Te busco los frondosos muslos
y tus labios rezuman sabor
a espuma. Invitación a pasar

al jardín de las Hespérides.
Abro los ojos
En mi alfombra favorita, jugamos
los tres sin vernos. Rosa me
pincha el vientre. Azucena lame mi pelo.
Me voy
Por los pasillos te encuentro. ¿Qué quieres?
se me hace día la noche.
Me fundo en el crisol. Me vuelvo
camisa de serpiente nueva.
Duermo.
Papel adhesivo la epidermis
vuelva a su cauce el río azul.
Tras las cortinas, entreacto:
crujir de labios y brazos
que desesperados buscan amparo,
picos y volcanes, sinfonías inacabadas,
galope de caballo blanco.
Y el reloj de arena no consume
más que unos granos.
Crucifico los dedos. Por segundos,
mi resto calla y esconde
en una sábana su rostro de plebe.

lunes, 25 de agosto de 2014

Seguimos volando


403 Ha pasado por esta casa José María Costa y nos ha dejado su foto, bienvenido sea, aunque de tiempo andamos fatal por falta de personal para un mejor recibimiento, parece mentira pero se nota la ausencia de Gon. Amiga Vero, claro que hemos estado en Monfragüe, yo soy menos de pájaros, pero Gon disfrutó como un enano viendo los buitres en el Salto del Gitano, nos pilló la nieve y a mí eso siempre me encanta por lo distinto. Araminta: moras en un país que es un paraíso para el ornitólogo. María José: tanto Gon como yo leímos en su momento Juan Salvador Gaviota e, incluso, vimos la película, quedamos extasiados. Lou, querida, me ha dicho D. José, que cuando te venga bien estará contigo, ¿quién más anda por ahí?, ¡ah, ya!, Amparo, María, perdonad el desorden pero es que seguimos en periodo de vacaciones y por estas fechas, ya se sabe, la casa por barrer. Y hablando de pájaros –muchos pájaros me parecen a mí ya-, pero en fin, qué le vamos a hacer: se retoma el asunto de una publicación relacionada con el mundo aviar, ya verás cuando vuelva Gon, la gracia que le va a hacer, ofú que cosas. Este finde pasado hubo baño de nieta, D. José se empeñó en que comiese con ellos, así que tocó ver como se la caía la baba, la niña es preciosa –todo sea dicho-, pero al abuelo es que no hay quien lo aguante en esas condiciones, en fin. En un correo de Gon me dice que terminó de leer “Gran Sol” de Aldecoa, en la orilla de la mar. Claro, así cualquiera, si se hubiese tenido que leer a Netchaiev de Semprún, ya veríamos que opinaba; no sé que le pasa al jefe que siempre me manda a mí las lecturas más complicadas, en fin. Ya me voy, pero no os quiero dejar de contar la última peli que he visto, que me ha impactado: “TheExtraordinary Tale”, española, a pesar de las apariencias. Obrón, de las que dejan huella. Queda dicho, bueno, adiós que tengo mucha faena por delante. Besos.

lunes, 18 de agosto de 2014

Casi una historia de aves I


402 Este Gon me ha dejado la mesa hecha una leonera, ya le leeré la cartilla cuando vuelva de las vacaciones, hola María, espero que les guste esta primera entrega dedicada a las aves que me dejó encargada...

Desde que un día descubrí como observar pacientemente a esos diminutos seres alados que con tanta soltura se desplazan de un lado a otro, no he cesado en mi empeño de aproximarme a sus vidas. No es que me haya dispuesto a realizar un estudio concienzudo de cómo son, cómo viven o porqué se comportan de tal o cual manera (cosa que por otra parte no deja de apasionarme). No, se trata de no dejarlos pasar junto a mí, como si fuesen la sombra de uno de esos grandes monstruos de acero que sobrevuelan nuestras cabezas allá por donde vayamos. Es fácil que con una guía al uso y unos prismáticos para poder acercarnos sin levantar sospechas, las aves se nos muestran ante nuestras pupilas tales y como son; criaturas de cuerpo cubierto de plumas que juegan, saltan, discuten entre sí, se aparean, se asustan, se acicalan; van y vienen de un lado a otro, tratando siempre de ser fieles a sus principios básicos, a saber: mantenerse limpias, hallar comida, tener un buen lugar de reposo y evitar conflictos. ¿Qué ser humano no estaría dispuesto a firmar para sí y para toda la vida estos principios? Ellas lo cumplen con tanta naturalidad que para la mayoría de nosotros pasa totalmente desapercibida su propia existencia.
Mis primeros conocimientos de aves fueron el desplume de las que mi padre traía, cazadas con trampas mientras araba. Entonces el terruño estaba duro; había que levantarse con las primeras luces, tener presente siempre las cabañuelas y luchar con las mulas para que obedeciesen la voz del látigo. Engullir arroz con carne de pájaros, cogidos por sorpresa, no era un capricho…se trataba de una necesidad. El poco conocimiento de aquellos años se pierde en la memoria y la clasificación de los alados estaba en función de su tamaño, ni siquiera de acuerdo a su canto o al color de sus plumas. Luego los segué a plomazos; agazapado tras una tapia esperaba que se acercasen sedientos al pequeño sumidero del pozo; podía oír el sordo encontronazo del proyectil contra la carne. Resultaba un orgullo pasear con la cintura repleta de cadáveres, ensartados hábilmente por los orificios nasales; la escuela del mañana –hoy ya-, se estaba forjando. Por fortuna no conseguí pasar la reválida y mis aspiraciones a escopetero quedaron en juego de niños, pero cuántos y cuántos amigos de entonces me aventajaron en sus estudios del medio y continúan aún luciendo las piezas cobradas, sólo que ahora de mayor tamaño y por el simple y llano placer de apretar un gatillo. A veces añora uno la existencia de la máquina del tiempo.
Dentro de lo que llevo leído con relación a los pájaros –que no es mucho, todo hay que decirlo-, me impresionó sobremanera un artículo aparecido en la prensa andevaleña, allá por el verano de 1988, de Juan Bautista Mojarro, intitulado “El pájaro azul”, el cual pasó a convertirse en mi mente, en firme estandarte –onda al viento-, en lo alto de un mástil. Nunca olvidé de que forma tan sencilla puede llegar a nosotros una estampa de amor salida de la propia naturaleza; cómo un ave con su pico es capaz de transportar por una corriente de agua a sus crías, dentro del nido, para ponerlas a salvo de un peligro inminente. Sencillez en la narración del autor, sencillez en el comportamiento del emplumado y sencillez en la forma de difundir el mensaje a través de la publicación diaria, tan escasa a veces de colaboraciones que lleguen a esa fibra que hace ponernos los bellos erizados. Puede pensarse que se trata de algo excepcional, que raras veces hemos de encontrar por esos campos; sin embargo con una buena dosis de paciencia y dejándolas desenvolverse con libertad, las aves nos ofrecen fotogramas que bien pudieran parecer estar realizados expresamente para el celuloide. Sus movimientos, pautas de conducta y belleza estética, llegan a producirnos el mismo placer que una degustación literaria ante una buena chimenea. Son actores que trabajan de forma gratuita por el simple placer de expresar sus sentimientos.
Desde la antigüedad resultaron ser causa de envidia. El artista ateniense Dédalo pretendió que su hijo Ïcaro escapase de su encierro colocándole unas alas sostenidas con cera. Le dio buenas instrucciones, pero en su intento de querer aproximarse en demasía a las facultades aviares, terminó perdiéndose en el mar. También los egipcios supieron encontrar con Fénix todo un legado para los siglos posteriores. Cada día podemos ser capaces de resurgir de nuestras propias cenizas y enfrentarnos con lo que nos echen con tal de demostrar que estamos vivos, que aún quedan tuétanos para llevar adelante nuestra particular cruzada. Los fabulistas hallaron de igual forma, materia prima en los alados y a pesar de que el milano no sale muy bien parado en sus encuentros con los genios de la pluma, es posible que fuese porque a alguien le tenía que tocar hacer de malo en esa película. Por el contrario a nuestra querida ciconia se les asigna un papel de bienhechora.
Sirvan para ilustrarnos, los siguientes versos del riojano Félix María de Samaniego:

Las sencillas Palomas consintieron;
aclamarle por rey: “¡Viva, dijeron,
nuestro rey el Milano!”.
Sin esperar a más, este tirano
sobre un vasallo mísero se planta;

Sin duda alguna que se hubiese ahogado
un lobo con un hueso atragantado,
si a la sazón no pasa una Cigüeña.

Se pretendió emular sus vuelos –tragicómicas escenas de hombres alados tratando de mantenerse en el aire-, llegó el motor de explosión y los monstruos de acero comenzaron a tomar forma. El hombre, sin cesar en su empeño, y tal vez reflexionando sobre los versos de Machado

¡Qué fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.

logró con la ayuda de la técnica y el arrojo de unos cuantos valientes, flotar junto a las nubes, aprovechar las corrientes de aire –de igual forma que lo hacen nuestras águilas- y contemplar pausada y calladamente el fascinante espectáculo que desde su privilegiada posición en el espacio visionan las aves, día a día, desde los albores del Eoceno.