376 ¡Hola Gon!, de nuevo en casa ¡eh!, ya me dirás,
no hay mejor medicina que la cotidianidad, ¡ea!, pues para celebrarlo te he traído
un relatito, adelante con él, Alba, ahí va...
EL VELO
Volaba por el espacio confundido con una hoja de periódico; se fue a
posar en la cabeza de una anciana que entraba en la iglesia y se
distraía leyendo la frase “para hablar con Díos no hace falta el móvil”.
A la salida del culto, un remolino le hizo recuperar el vuelo y lo
lanzó a la aventura, junto con una bolsa del Lydl. Se alejó por tejados y
azoteas descendiendo suave hasta posarse en el tocado de una novia, que
salía del coche nupcial para iniciar la sesión de fotos en el parque.
La emoción del momento le hizo pasar desapercibido, ni el novio – que se
fundía ojos con ojos -, ni el fotógrafo – que preparaba el teleobjetivo
-, se dieron cuenta de la llegada del intruso, hasta que la madre (de
la novia), se percató del evento, lo estrujó entre sus manos y lo lanzó
todo lo lejos que pudo; quedó prendido entre las ramas de un paraíso
hasta que un día – como si nada -, cuando pasaba por debajo del árbol
Aziza, cayó sobre su hombro acariciándole suave el rostro.
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lunes, 27 de enero de 2014
domingo, 12 de enero de 2014
Ausencia temporal
martes, 7 de enero de 2014
Hoy ha tenido lugar
374 Hola Gon, ¿cómo va el año?. déjate de cachondeo y cuelga ya tu poema, está bien, pero déjame que antes te muestre mi alegría por la llegada a esta casa de Lou, ¿Lou por aquí? ¡qué alegría!, pues si, de paso también te diré que estos últimos días pasaron María José, Marisa, Vero, J. Valle y el Vencejo de Mieres, ya veo, ya veo, Alba, es que con tantas fechas me he despistado una migaja, y ahora el poema:
Hoy ha tenido lugar
Hoy ha tenido lugar
el feliz acontecimiento,
en la puerta del quirófano chico
la enfermera grita gozosa:
¡ha sido libro!
Reclino
mi cabeza en tu pecho
y pienso en los años, en las fatigas,
en la voraz trituradora de la primera planta
-será de sangre azul-
dice el administrativo de gafas progresivas.
Y yo me pierdo
en el
trigal de tus cabellos,
en la redondez de tu ombligo,
en la comisura de la estrofa
que es calcada a tu sonrisa.
Arrullo de rula
turca
que en la cúspide del castillo
proclama su voz, su canto,
forjado en las entrañas melosas
que resumas por el bello de tu piel.
Cara de pan
le ve el
hombre de gorro erguido.
¿Y el alma?
Está en mi pulso de jornalero
y el cliché invelado
que al trazo de cada palabra
te proyecta en la cal del patio.
El párroco –manga corta de camisa-
bendice su buena lectura
y al salir, el cuponero
como si fuese viernes
nos mira y nos dice: ¡suerte!
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