lunes, 26 de enero de 2015

Hablemos de libros


Cuando de libros se trata siempre tengo mucho respeto por lo que quiero expresar. Y es que la lectura es algo tan subjetivo que lo que yo pueda contar, puede no interesar a nadie: ni a los seguidores habituales de esta página, como a los internautas eventuales que se dejar caer por aquí. Pero en fin, digamos que se puede intentar. Vamos a ello. En la Tertulia Literaria que tenemos montada en la Casa de las Sirenas de Sevilla, nos ha dado por elegir obras de gran calado literario, pero no muy extensas, en torno a las cien páginas, y bajo ese contexto, en este mes hemos debatido, o estamos en ello, en torno a:


El viejo y el mar de Ernest Hemingway Una obra para quitarse el sombrero, de cómoda lectura y con una carga simbólica que impresiona. Párrafos cortos y directos, intercalados con unos diálogos clarificadores. Esa lucha que el protagonista mantiene contra la adversidad pone los pelos de punta. Parece que fue escrita durante su estancia en Cuba, con gran precisión técnica, cosa que no es de extrañar dada la afición del escritor por la marinería. Tal vez Hemingway sentó las bases de un nuevo estilo que a pocos a dejado indiferente.
Imagen tomada de la red
Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender es otra de esas joyas que nunca faltan en las tertulias o los talleres literarios porque resulta muy atractiva. Se publicó por primera vez en México (1953) y con posterioridad en España, sufriendo por tanto el impacto de la censura. Las miserias de la guerra civil española trasladada a un pueblito catalán, retratadas a través de Paco el del molino, un paisano que no se conformó con la situación del campo y peleó hasta el final por mejorar la situación. El cura del pueblo —símbolo de la Iglesia— juega un papel determinante en el devenir de los hechos, extensivos tal vez a lo sucedido en casi toda España. Los terratenientes y la extremaunción son dos elementos que juegan un papel de primer orden en el desarrollo de la novela.                                   Imagen tomada de la red


                                                            
 Al margen de la tertulia: Anaconda de Horacio Quiroga: aquí me tengo que quitar el sombrero y descubrirme ante uno de mis autores favoritos, forma parte de mis autores de cabecera. La vida animal, salvaje, la selva en definitiva a la que el hombre accede tiene sus reglas. El cuento nos las pone en evidencia y el autor que vivió en ese ambiente se regodea con la suerte de unos y otros enfrentados por impulsos naturales. Los hombres quieren robar el veneno de las serpientes y estas se defienden. La fábula está servida. Quiroga deja la puerta abierta a la protagonista del cuento para situarla en otro de características similares pero con otro escenario.


  Imagen tomada de la red

Seguir de pobres de Ignacio Aldecoa: una cuadrilla de segadores va de pueblo en pueblo para ganarse un mísero jornal con el que sobrevivir. La vida del campo de postguerra retratada de una manera tan natural que no queda más remedio que creérsela. La figura del Quinto, ese personaje del que no se sabe su nombre, al que llaman así porque llegó después del cuarto, es todo un símbolo de la poca importancia del ser humano en esas circunstancias donde el que manda es el patrón y los demás a obedecer si quieren llevarse unos cuartos. La forma de retratar a los personajes que tiene Aldecoa hace que el lector se implique hasta lo más íntimo conforme se adentra en los vericuetos de las historias que narra. Esta es solo un ejemplo de su extensa aportación literaria.
                                                                                      Imagen tomada de la red
            
                                                            

martes, 20 de enero de 2015

Paymogo


El lugar donde uno ha nacido suele dejar una huella memorística de la que es difícil olvidarse. Me pasa con Paymogo, porque es allí donde nací. Con el paso de los años puede llegar a convertirse en una especie de santuario al que es necesario volver para poner en orden las ideas. Es una vuelta al primitivismo, a hacer aquellas cosas que en su día se dejaron de hacer porque la vida en la ciudad es algo muy distinto. Aquí vive uno rodeado de encuentros más o menos relacionados con aquello a lo que se dedica —que es escribir—, arañando minutos de donde buenamente puede para encontrar el hueco necesario para sentarse delante del ordenador, cuando no de la página en blanco.

Por ello esos días, en los cuales nos encontramos con las personas de toda la vida, con los escenarios de toda la vida, con la chimenea humeante, con las paredes llenas de santos por aquello de alguna que otra humedad, resultan tan gratificantes que, en mi caso particular, lo elevo a la categoría de retiro voluntario.
Paymogo siempre sonó extraño a los oídos de las personas que me preguntaban de dónde era. Situado en el extremo más occidental de Andalucía, nos damos la mano con los portugueses, e incluso podemos abrazarnos con ellos por aquello de un estrenado puente que nos acerca aún más. Es muy gratificante esas visitas a la praia fluvial de Saô Domingo, o el paseo por esa encantador pueblo —Mértola— situado a los pies del Guadiana, con una cantidad tal de museos abiertos al público, que hace falta más de una tarde para palpar la puesta a punto de toda su cultura, cara al turista.

La gente de Paymogo vive su pueblo de la mejor forma que puede hacerlo: ocupando su tiempo en trabajar, participando de los festejos que se distribuyen a lo largo del año, preocupándose por los suyos y tratando de que las ayudas de la Unión Europea también les llegue a ellos por muy escondida que esté su ubicación. Su atractivo natural está al alcance de cualquiera que no sea pretencioso, pero le guste la tranquilidad, el buen clima y salir al campo para contemplar el vuelo de los pájaros.
Tengo amigos de toda la vida con los que siempre viene bien parar el reloj y dejarse llevar por la inercia de alguna relajante charla, pero quedándome con lo más actual, con los aspectos relacionados con la literatura, quiero mencionar a Casiano Cerrillo y Manuel Peña por su afán en sacar adelante esa Biblioteca País del Mago, en la que he aportado mi granito de arena.

Bajo estos condicionantes sitúo mis ganas permanentes de pasar parte de mi tiempo en el pueblo que me vio nacer, que dicho sea de paso posee un arroyo de aguas temporales que se llama Arruillo.

lunes, 12 de enero de 2015

Crónica de una visita a Cortes de la Frontera


Crónica de la primera visita que realizamos como grupo a la población de Cortes de la Frontera (Cádiz)

Llegamos a la residencia Al-Alais, más conocida en Cortes como “El internado” el 9 de Octubre de 1992 con la intención de pasar unos días por estos parajes, de los que teníamos buenas referencias. Allí estábamos esa noche tres familias , incorporándose al día siguiente otras dos más. A las once de la mañana estábamos en Ubrique para conocer la ciudad y darnos cuenta de la importancia del curtido de la piel. Enclave pueblerino perfecto, a la falda de una montaña, aunque por dentro; entre sus calles principales encontramos lo mismo que en una ciudad. La carretera de Ubrique a Villaluenga del Rosario nos gusta y a través de la Manga llegamos a la población buscando la conocida sima. Allí nos recreamos y hacemos un poco la cabra, tanto los grandes como los pequeños, eso sí: apreciando en todo su esplendor la magnitud de la grieta que se sumerge misteriosa en el interior de la tierra. Como no tenemos preparación espeleológica ni medios necesarios, recobramos la horizontalidad del terreno para irnos a un merendero y prepararnos para el bocata del día.
Aquí comienza una de nuestras aventuras más recordadas, ya que nos vimos de pronto rodeados por una manada de vaquillas que entre voces y alboroto la dirigían unas paisanos hacia un pequeño tentadero para marcarlas. Los bocadillos quedaron encima de las mesas y el que más y el que menos no sabía donde cobijarse. El asunto quedó nada más que en un susto, puesto que los animales tenían más miedo que todos nosotros juntos, pero… ¡había que estar allí! De Benaocaz a Ubrique descendimos a través de una calzada romana que en parte se encontraba en buen uso y el resto muy deteriorada. A lo largo del día nos acompañaron en el paseo, alcornoques, algarrobos, olivos, encinas, pinos carrascos, chopos, zarzas, chumberas, espino albar, escaramujos, membrillos.
El segundo día de estancia de Cortes nos adentramos en el inicio de la travesía hacia Montejaque, encontrándonos con una cuesta de muy señor mío, a la que puso algo de alivio un todoterreno que se llevó a las féminas que quisieron montarse. Superamos el puerro de Libar y en el cortijo Carrasco estuvimos reponiendo fuerza, e iniciamos la búsqueda de una sima que nos habían dicho que andaba por allí, pero no hubo manera de dar con ella.
El frío y la amenaza de agua nos hicieron volver a la residencia antes de lo previsto; menos mal que el internado disponía de una mesa de ping-pong donde pudimos mantener a raya a los niños. Como siempre, tuvimos ocasión de comprobar lo desagradable que resultan los tiros de los cazadores mientras que los buitres y los conejos trataban de buscarse la vida, cada cual como podía.
Visitamos la estación de Cortes, con todo el encanto de una estación de tren antigua, próxima al Guadiaro. Nos gusta sobremanera, en el camino de vuelta el Peñón de Berrueco y sus alrededores. Fuimos hasta Tavizna para adentrarnos por el lateral del camping hasta el pantano de los Hurones. Por esta zona comprobamos la existencia de un nido de cigüeña en los silos del Esparragosilla, la proliferación del urbanismo salvaje y la sequía que se podía apreciar en el nivel de las aguas del embalse.
Dicen las guías que existen bosques en galerías en los arroyos cercanos. Lo tendremos que comprobar en próximas excursiones.

jueves, 8 de enero de 2015

Una parada obligatoria

Ya está aquí, ya llegó el libro de relatos. Sepan que...

Estos relatos  nacieron porque el azar quiso poner ante mis ojos a una serie de personajes que, sin decir palabra, hablaban por si mismos. No buscaba contar nada concreto, ni pretendía llevar a cabo ningún sesudo estudio etnológico, pero ahí estaban y ante las situaciones en los que me los encontré, me dieron el impulso para que al final fueran ellos mismos quienes escribieran su biografía. Las pasiones que desarrollaron o los valores que pusieron en boga, son fruto de su propia intención de vivir. Como no tengo dotes de pintor, ni de fotógrafo, no pude manchar un cuadro, ni plasmar un retrato; tomé lo que mas a mano tenía, la pluma, y dejé que la tinta fluyera a su antojo. Los personajes han cogido sus cartas y se muestran dispuestos a comenzar la partida. Esperan impacientes. Ahora te toca a ti, lector, a participar o no de su juego.