lunes, 30 de marzo de 2015

El final de la historia

                                                       Imagen tomada de la red


EL FINAL DE LA HISTORIA.- Lydia Davis //Alpha Decay//
“La última vez que lo vi, sin saber que sería la última, yo estaba sentada en la terraza con una amiga y él cruzó la verja, sudando, con la cara y el pecho colorados, y el pelo húmedo, y se paró a hablar con nosotras, muy amable. Se acuclillaba en el suelo de cemento rojo, o se apoyaba en el filo de un banco de madera.”
Así comienza este libro excepcional de Lydia Davis, nacida en Massachusetts en 1947, y de la que añado los datos que figuran en la Wikipedia para general conocimiento de quien tenga ganas de llegar al final de esta breve reseña, o lo que sea.
Si lo traigo a colación es porque me ha llamado mucho la atención lo subjetivo que puede llegar a  ser la lectura de un libro. Cada uno de nosotros podemos ver las cosas de maneras tan distintas que, que según mi criterio, es lo que hace interesante el libro. Hablo, claro, desde la perspectiva de una tertulia literaria, en la que todos nos hemos leído con atención el libro. A quién le guste una lectura donde se ponga de manifiesto los sentimientos de los personajes que por ella pululen, por encima de cualquier otra consideración, están en las páginas adecuadas. En este caso, se trata de un único personaje, la protagonista, pero es que transmite de tal manera lo que siente, lo que sufre o goza, que están de más todas las circunstancias externas. Lo que importa es cómo se siente uno, luego de haber pasado o estar pasando por tal o cual experiencia. Tiene mucho de poético, aunque no deja de ser una obra en prosa. Por el contrario los que busquen la acción, el enterarse qué pasó en aquella visita que la protagonista hizo o dejó de hacer, o si la historia tiene un desenlace adecuado, van mal encaminados, porque, ya digo, son las tripas quienes hablan, no la cabeza. La autora acostumbrada al relato corto, no tiene ningún problema con la construcción de las frases, se le entiende muy bien, lo complicado quizás estribe a la hora de preguntarse qué nos ha querido contar que no nos hayan contado antes. O tal vez ¿esa forma de contarlo es distinta? ¿Encierra alguna originalidad? Ahí estamos y ahí lo dejamos para que cada cual al leer el libro siga sacando sus propias conclusiones. Yo, me limito a recomendarlo.

                                                    Imagen tomada de la red

Davis es hija de Robert Gorham Davis, profesor de inglés, y de Hope Hale Davis. Estudió inglés y latín; estuvo un año en Austria y aprendió alemán. Estuvo casada con Paul Auster, entre 1974 y 1978, y tuvieron un hijo, Daniel Auster. Luego, se casó con el artista Alan Cote, y de esa unión nació Theo Cote.
Recibió un fuerte influjo inicial de Samuel Beckett, al que estudió de muy joven. Su padre era profesor de inglés, y conoció así a un escritor muy diferente de lo que había leído (en la primera página encontró: “I’m lying here. I’ve dropped my pencil”). Ya de estudiante superior, fue leyendo novelista tras novelista; Nabokov, Thomas Hardy, George Eliot, Dostoevsky o Joyce, y siguió con voracidad lectora.
Es profesora de creación literaria en la Universidad de Albany (SUNY). Además de escribir, ha traducido del francés toda su vida, entre otros, a escritores y ensayista como Vivant Denon, Gustave Flaubert, Marcel Proust, Maurice Blanchot, Michel Leiris, Pierre-Jean Jouve o Michel Foucault.
Davis ha publicado seis libros de cuentos habitualmente breves (o brevísimos), con un toque de humor, entre los que destacan: The Thirteenth Woman and Other Stories (1976), Break It Down (1986) o Varieties of Disturbance (2007). Han aparecido varias antologías suyas; y en 2009 recopiló sus cuentos en The Collected Stories of Lydia Davis, traducida al español.
Se dice que sus relatos son poéticos, filosóficos, prosas varias o simplemente retratos de vidas a menudo derrotadas. Es conocida asimismo como crítica literaria.
Davis es miembro de la American Academy of Arts and Sciences desde 2005. Ganó el MacArthur Fellows Program, de 2003; y fue finalista del National Book Award Fiction, en 2007. Por sus traducciones ha sido galardonada en Francia.

martes, 24 de marzo de 2015

La casa



La casa de uno es ese lugar con historia en el que el tiempo transcurrido cuenta y de qué manera. Vean si no: Auque no nací en ella, lo cierto es que desde bien temprana edad la habité. En ella conocí a mi abuela materna en sus últimos días, trayéndome la memoria de un salón lleno de gente a altas horas de la madrugada y una habitación donde se velaba el féretro, no sabiendo muy bien de qué iba aquello. Fueron mis primeras impresiones.
Muchos recuerdos personales hasta que a principio de los años setenta me trasladé a la gran ciudad y desde entonces se convirtió en lugar de visita obligada puesto que allí permanecieron mis padres hasta el final de sus días. Por ella corretearon mis hijos. En sus tres habitaciones cabíamos todos, aunque lo que resulta menos creíble es que cupiésemos una panda de diez adultos y no se cuantos niños. Y es que ese “soberao” o “doblao” —como se dice por esta bendita tierra— era como un arca de Noé que daba acogida a cuantas parejas quisiesen entrar en él: una colchoneta, un saco de dormir y asunto solucionado. El patio, el corral, la chimenea de la cocina y la vida al aire libre hacían el resto.

Hasta que le llegó el momento de la gran transformación: la casa creció en altura y el “doblao” se fue convirtiendo poco a poco en un lugar cada vez más acogedor, con camas, mesas, sillas, armarios, sin llegar nunca a perder ese sabor a rancio, a otros tiempos, con pequeñas muestras de apeos de labranza, artilugios rurales y algún que otro elemento que contribuyen a alegrar la vista.
Por la casa de la Calle del Barrio, desfilaron los alumnos del Curso de Iniciación a la Ornitología, del Curso de Botánica y cuantos amigos lo consideraron oportuno con motivo de las fiestas navideñas, puentes festivos o fines de semana con encanto. Y allí estaba ella, con sus dos habitaciones principales, sus tres secundarias, su amplio salón, sus paredes de tierra prensada, su patio con asientos de sol y de sombra alrededor de una mesa comunitaria. Sobremesas de charlas inacabables, bailes y saraos de toda índole, encuentros que nunca quedarán en el baúl de los recuerdos.

Y aún le quedan fuerzas a sus muros para acoger a gente desconocida, que sin querer le dan calor, abren puertas y ventanas permitiendo que penetre el aire de esa calle que cuando sopla el viento del Norte, se hielan las palabras, pero cuando se deja caer el Sol de mediados de Julio, del bravo estío del Sur, el termómetro se contiene y el grado de confortabilidad sube muchos enteros.
Y así un año y otro ¿más de cien? No lo se con certeza porque papeles oficiales hay pocos. Lo que si se es la enorme cantidad de gente que por ella han desfilado y que de una u otra manera han marcado su fisonomía y van dejando una huella en mis entrañas que será difícil poder olvidar.

lunes, 16 de marzo de 2015

Los Royos en Sierra del Segura


Crónica de una visita a Los Royos en Sierra del Segura
Primer día 
Partiendo de Sevilla nos detenemos en Villa del Río para desayunar siguiendo el curso ascendente del río Guadalquivir. Pronto nos invaden los olivos y nos introducimos en carreteras más sinuosas, el color rojizo del suelo y los abundantes charcos ponen la nota característica, compramos pan en Villacarrillo, dejamos a un lado Iznatoraf, observamos a lo lejos la grandeza de los montes entre nubes y a ratos se ve el Sol. Al desviarnos hacia la Puerta del Segura, ya se ve todo el esplendor de Segura de la Sierra, destacando su fortaleza colocada casi esculpida en la roca. Tras el trámite pertinente nos quedamos en la casa, sita al borde de una carretera rural, en medio de un denso bosque de pinos; posee una chimenea, tres habitaciones y una situación privilegiada para gozar de la Naturaleza con mayúsculas. Recogemos leñas y nos damos un paseo por los alrededores para descubrir gran variedad de pinos, robles, encinas y chopos formando un bosque donde parece mentira que a un metro de altura puede uno encontrarse un nido abandonado. Entre otras podemos destacar la presencia de saucos, zarzas, escaramujos, endrinos…Se observan buitres, urracas, mientras las luces de la tarde van llegando poco a poco a su fin.
Segundo día 
Día especial ya que me propuse quedarme sólo en plan experimental. Para empezar me puse a caminar por los alrededores hasta el campamento juvenil “Las acebeas” y descubro la gran cantidad de basura que aún se tira por la ventanilla del coche como si fuese algo que se volatizase al lanzarla, que al mezclarse con el sobrante natural del bosque constituye un excelente pastel para ser devorado cuando los primeros rayos solares hagan su aparición. Agujeros de picos, hongos orejudos que se apoderan de los tocones, pinos de variedades infinitas, robles, chopos, plátanos de sombra y los asombrosos acebos con sus pendientes rojos adornando el camino. Nubes, montañas ora cubierta, ora dejando pasar los algodones, buitres en la lejanía y dos guardas forestales que gustan dialogar con el caminante; un abuelo se queja de la escasez de níscalos, una familia pretende acampar sin ser vistos, un padre muestra a su hijo cómo cambiar de velocidad subido en una bicicleta. Me encuentro un ardilla que jugó conmigo al escondite hasta que intuyendo mi intención dejó que la retratara. Unos cazadores portan orgullosos el producto de su tarde de gloria: un enorme jabalí prestaba su tributo a la veda abierta. Luego corté leña para la chimenea y en vista de que comenzó a llover, me coloqué el traje de agua y en determinados momentos sólo, de pie, en medio de los árboles y sin escuchar ruidos me pareció estar integrado de pleno con los vegetales que me rodeaban.
Tercer día 
Día lluvioso y frío. Parte del grupo se va a Segura de la Sierra mientras unos pocos nos vamos a El Espino. A través de una pista forestal que conduce a la fuente del Tejo terminamos en un cortijo que no aparece en nuestro mapa y dado que hay dos perros guardianes que no están muy por la labor de orientarnos en el camino, damos la vuelta. Cuando pusimos pie a tierra nos encontramos más a gusto, aunque sin saber a ciencia cierta cuál era el camino idóneo. Un río revoltoso, la presencia del pino negro y la llovizna eran las notas destacadas; algunos acebos, un buitre por encima de las nubes y el bosque frondoso nos hacían presagiar un paseo relajado. Tras varios titubeos tratando de encontrar la ruta buscada acabamos bajo una lapa esperando que amainara la lluvia. Regresamos al coche justo cuando comienza a granizar y desde ese momento hasta llegar a la casa de los Royos, vivimos momentos espectaculares entre la lluvia, las nubes, las formaciones rocosas y el inicio de tímidas formaciones nevadas en las márgenes del camino. Al llegar a la casa nos espera la chimenea y unos villancicos ensayados al amparo de su lumbre, excelente final para una jornada intensa.
De vuelta 
Aprovechando mi rápido despertar, salí a apurar los últimos minutos de bosque, aguantando como pude el gélido ambiente. Algún herrerillo y sus impertérritas quejas eran la representación faunística para tan temprana hora. Realicé las últimas fotos del lugar y poco a poco terminamos montados en los coches camino de Orcera. Allí nos despedimos de los dueños de la casa y con el punto de vista puesto en Úbeda nos fuimos alejando de la Sierra con la sana intención de regresar a aquel lugar donde tanto se ha quedado por descubrir. Regresamos por Cortijos Nuevos, Cañada Catena, Cuevas de Ambrosio…tratando de apurar hasta el último momento la esencia de un verde cada día más difícil de conseguir. Úbeda significa otra cosa, otra historia, algo que nada tiene que ver con la Sierra, los olivos y el mundo rural del Segura. Allí hay escaparates, grandes edificios y una ciudad monumental que precisa una visita más minuciosa.

martes, 10 de marzo de 2015

Una aproximación a la avifauna de Paymogo

                                     

                    

Presentación el día 28 de Febrero de 2015 de dos nuevos volúmenes de la Biblioteca El Pais del Mago:
Paymogo en sus palabras / Un breve estudio del léxico paymoguero del que es autor
José María Agustiño Dominguez y
Aves / Una aproximación a la avifauna de Paymogo, cuyo autor es
José Rodríguez Infante
El acto tuvo lugar en el salón de actos de la Sociedad Pagos de la Sierra de Paymogo y estuvo presentado por Manuel Peña, coordinador de la colección de libros.

lunes, 2 de marzo de 2015

La Sauceda


Con motivo de los actos conmemorativos de la celebración de los 25 años de la Asociación Driades, hemos estado el pasado domingo en La Sauceda. La primera vez que arribé por estas tierras fue en la década de los ochenta propiciado por una excursión en autocar promovida desde Andalus. Luego he tenido la oportunidad de estar en un par de ocasiones más, espaciadas en el tiempo hasta esta última que nos ocupa. 

La Sauceda (según datos de la Wikipedia) es un núcleo poblacional disperso perteneciente al término municipal de Cortes de la Frontera (Málaga). Se encuentra situado en pleno Parque Natural de los Alcornocales.  Durante mucho tiempo, la zona permaneció aislada, hasta que los Reyes Católicos, al conquistar Ronda, le concedieron las tierras de la Sauceda. En época de Felipe II fue una zona que no aceptó las órdenes de la corona, como señaló Miguel de Cervantes en El coloquio de los perros. Debido a lo escarpado del terreno, sirvió de refugio a bandoleros y maquis. La zona tuvo especial importancia durante la guerra civil española. Entonces La Sauceda superaba en población a Cortes de la Frontera. En ella se refugiaron muchas persona provenientes de toda la provincia de Cádiz (especialmente la  campiña de Jerez) huyendo de la represión del ejercito franquista. Esta misma configuración orográfica supuso un freno al avance de las tropas franquistas desde el Estrecho hacia Sevilla y Madrid. Cuando finalmente estas tropas consiguieron penetrar en la zona de la Sauceda, llevaron a cabo innumerables asesinatos de hombres, mujeres y niños que allí se habían refugiado. En las cercanías de La Sauceda, en el Cortijo de el Marrufo, se ha hallado una de las fosas comunes más grandes de España, donde pueden estar enterrados cientos de españoles torturados y ejecutados por las tropas franquistas. En la actualidad se ha conseguido rehabilitar el cementerio, abandonado en su día. Se pueden visitar los restos de la ermita de La Sauceda, donde se encuentra una plaza e homenaje a los caídos por el bombardeo nazi en la Guerra civil Española.

 En las cabañas que conforman el área recreativa he tenido la ocasión de comprobar cómo podría ser la vida en otros tiempos por esta sierra. He dormido sobre el suelo o sobre un camastro, en espacio reducido sin más luz que la de la chimenea, compartida, eso si, con un grupo de amigos. En La Sauceda se puede disfrutar de maravillosos parajes, como los "canutos”, el bosque de laurisilva (vegetación perteneciente al Terciario, con quejigos, alcornoques, helechos y musgos.), la Pilita de la Reina (lugar desde el cual tenemos una panorámica de todo el Campo de Gibraltar), el Peñón del Buitre. Todo un placer para los sentidos. En el día de ayer la visita fue algo más corta puesto que nos quedamos en la Laguna del Moral —los años no pasan en balde—, aunque las sensaciones siguen siendo las mismas de siempre: libertad espacial, biodiversidad sin fronteras, pequeñez como humano ante troncos de quejigos inabarcables, huellas frescas, presencia avícola como música celestial y algún que otro aditivo de bienestar corpóreo y anímico difícil de cuantificar. 

 La Sauceda, uno de esos parajes que se dejan con la promesa de seguir viniendo.