jueves, 16 de febrero de 2017

Visita a Cortes de la Frontera II


3º día de estancia
Lunes, 6 de Diciembre de 1993
Tras una breve parada en Ubrique repostando material fotográfico, iniciamos l jornada saldando una deuda pendiente del año pasado: “La Sima y los Llanos del Republicano”. Por qué reciben este nombre es algo que aún ignoramos, no obstante desde la carretera donde obligatoriamente hay que dejar los vehículos y desde la cual se puede observar –dicho sea de paso- el inicio de una calzada romana, hasta la sima se nos indica recorrido cómodo, aunque la realidad nos marca a la vuelta un par de repechitos para desentumecer los músculos.

                                                     Foto tomada de la red
Iniciamos con un bosque de quercus y una culebrilla nos da la bienvenida, casi inmóvil desde una piedra, más que probable en esta postura debido al frío reinante. Una vez pasado el bosque se produce el tremendo contraste de un inmenso llano con la Sierra de Libar al fondo, y donde el desfile de personas en dirección al final del trayecto parece el de las hormigas cuando se afanan en sus quehaceres. Apenas un par de arbolitos donde en verano será parada obligatoria, pero que en el día de hoy no hace necesaria la presencia humana bajo sus ramas, dado que se agradece el sol con el permiso de las nubes.

                                            
Llegar a la sima no resulta difícil, ya que el sendero es bastante claro y además el trasiego de gente no admite lugar a dudas. Una vez allí emprendemos manos a la obra y nos situamos al borde del precipicio, tras el cual hacen falta conocimientos espeleológicos para continuar. Las enormes rocas redondeadas, la humedad y el musgo configuran el encanto del lugar, puerta de aventureros y muro infranqueable para los senderistas. Respiramos ese aire distinto que da la grandiosidad del lugar y regresamos sobre nuestros pasos.

                                                       Foto tomada de la red

4º día de estancia
Martes, 7 de Diciembre de1993
La jornada se inicia con la visita a la Cueva de la Pileta, por parte de algunos integrantes del grupo, mientras que otros descubrimos un nuevo nacimiento de río para la estadística de nacimientos: En la estación de Benaoján, en el lugar conocido como “el charco del molino” o algo similar, se pueden observar los borbotones de agua emerger del suelo, aunque el entorno deja bastante que desear por el abandono a que está sometido. Pronto vierte sus aguas al Guadiaro, después de pasar por las vías del tren y es allí, en las orillas del río principal donde se puede pasear y sin que sea algo extraordinario si que pasean sus riberas remansos de paz donde comerse un bocadillo a la sombra de los chopos.
Conocemos la industria cárnica del lugar, que a fuerza de temperaturas bajas, poseen secaderos de chorizos en las azoteas como si se tratase de calcetines. Visitamos el albergue La Ermita, recién inaugurado y bastante tentador para pasar en él unas vacaciones.

                                                        Foto tomada de la red

De allí nos desplazamos hasta el inicio de la ruta conocida como “Cueva del Hundidero”, también marcada como recorrido cómodo, pero que presenta cierta dificultad muy a pesar del cartel indicador. Hasta llegar a la presa, el asunto va bien, una amplia pista descendente conduce hasta la monumental obra. Sevillana de Electricidad erró en sus cálculos y la presa jamás llegó a funcionar por problemas de retención de líquidos.


                                          
Para llegar a la cueva hay que tomar un senderito, que se hace abrupto en ocasiones, y siempre descendiendo. La montaña impone conforme se avanza y una vez en el lecho seco, la humedad y la vegetación cambian radicalmente, los helechos adornan las paredes; a medida que nos introducimos en la garganta, se va descubriendo el pórtico de entrada ala gruta que presenta una visión de catedral de piedra, que se confirma una vez que nos introducimos en ella. La luz del día permite adentrarse bastantes metros; una vez hechos los ojos a la oscuridad se disfruta de esa ficticia aventura de imaginarse el principio de los tiempos cuando aún se desconocía el fuego. Se mire para donde se mire todo resulta grandioso: las paredes, el techo, las rocas del suelo. No hay apenas agua; con ayuda de una pequeña linterna nos vamos adentrando hasta llegar a un lago interior por donde parece ser se introducen los especialistas para salir a la Cueva del Gato. Con esfuerzo, pero muy satisfechos, retornamos a los vehículos y nos guarecemos del intenso frío que se deja caer.

jueves, 9 de febrero de 2017

Reseña a Reencuentro en azul


Hola, José. He leído "Reencuentro en azul". En parte ha ocurrido lo que sospechaba y te comentaba: que ante muchos de los poemas me he quedado como un daltónico ante un semáforo, o un griposo que no distingue los sabores. Pero por suerte no ha sido así con todos. Hay muchos que sí he podido paladear. Y es curioso, pero muchos de ellos son poemas que ya conocía de la época de PsP. Quizá sea sólo coincidencia, pero quizá también ocurra que entonces los leía uno a uno, de una forma tan individual y aislada que me permitía concentrarme más en su lectura. Empiezo con ellos:
   "Un hombre de carne y hueso" (pág. 19), con su "realismo mágico" y ese último verso tan bello.
   "Yo le pregunto al camino" (pag.29), descripción de un mundo desolado y de la perplejidad del que lo contempla. Por cierto, José, que en este poema hay una errata: hay un verso que dice "Respóndeme sean cuál será el sino", en vez de "senda". [El poema me gustó y lo guardé]
   "En la solitaria calle, la luna..." (p.58). Me sigue pasando que no llego al fondo, pero encuentro suficiente belleza en la superficie.
   "Cuando la luz no entre /Por mi ventana..." (p.60) Me ha vuelto a parecer un poema intenso que transmite acabamiento, desolación...
   "En tu incipiente calva..." (p.82). Creo que era un home a un poeta amigo tuyo, entre cuyas cualidades la que más me llegó fue su generosidad, cualidad que creo tú compartes (y te aseguro que no pretendo hacerte la pelota).

   Del resto, hay uno que me ha hecho mucha gracia, el dedicado a ese HOMBRE PROTESTA de tres años. (p.78)
   "¡Ay de los quince años!" (p.80), con tu peculiar manera de enfrentarte al pasado: no con nostalgia, sino apoyándote en él para el tiempo que tenemos por delante.
   Y luego, por supuesto, muchos de los dedicados al poeta, la poesía, el poemario... Las decepciones, la lucha, la espera, la fe en ese día que "a veces, sin saber cuándo, / amanece resplandeciente."

   Al final del trayecto, me doy cuenta de que me pesa mucho más lo disfrutado que lo que me ha dejado sin saber qué pensar. Me alegro.
   ¿Cómo va el libro? Si has contado algo en la red, yo no me he enterado. Quiero decir si estás a gusto con él, si ha gustado a la gente que a ti te importa, etc.

   Bueno, José. Encantado de haber leído tus poemas, y seguimos viéndonos por redes y pizarrones. Un abrazo.

Luisma Giménez

jueves, 2 de febrero de 2017

Antonio Colinas


Enfrascado como ando en los últimos tiempos en la lectura del libro El río de sombra de Antonio Colinas, no me resisto a compartir con vosotros al menos un poema de este exquisito libro:
 
BIOGRAFÍA  PARA TODOS
                   I
Cuando nace el hombre
le golpea una piedra en el rostro,
siente dura la luz como una piedra.
Y si vive consciente
no habrá un año en su vida
que no le atenacen los misterios
del ser y del no ser.
Le espanta el vacío de sus manos.
Le espanta el vacio de sus obras.
Enorme, insondable es para él
la noche de lo ignoto.
Fluye la vida ansiosa por las venas
cargada de pasión, de confusión.
Pero un día
cae un rayo en el centro de su pecho
que desgarra el árbol de la sangre.
Y, ya muerto,
otra piedra -¿será acaso la misma?-
le golpea el rostro enormemente.